Aspectos emocionales en la gestión del Conflicto
No siempre que se produce una causa desemboca necesariamente en un conflicto. Para que esto ocurra no solo debe producirse un choque de intereses, una causa; sino que ésta tiene que ser percibida y sentida como algo que afecta de manera negativa a los intereses y necesidades de las partes. Es a partir de aquí, cuando percibimos que un hecho nos afecta o nos va a afectar negativamente, cuando surgen los sentimientos y emociones que preceden a una disputa.
La percepción del problema y los sentimientos que genera son, por tanto, fundamentales para definir las cuestiones del conflicto. Es el punto donde las partes deciden de qué trata el conflicto y determina, en gran medida, el tipo de resultados que podrían resolverlo.
Las emociones mediatizan la forma como percibimos el problema. Emociones negativas condicionan el que se produzca una simplificación exagerada de las cuestiones, disminuyen la confianza y provocan interpretaciones negativas de la conducta de la otra parte. Por el contrario los sentimientos positivos aumentan la tendencia a encontrar posibles relaciones entre los elementos de un problema, a tener una visión más amplia de la situación y a encontrar soluciones más innovadoras.
Podemos concluir por tanto que si no hay percepción, es decir, si no se personaliza un estímulo o causa, no se da el conflicto.
Las emociones contribuyen a dar forma, a su vez, a las percepciones, y éstas pueden desencadenar el conflicto.













