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Autor: MSG Psicología

crisis vivienda

La crisis de vivienda y su impacto en la salud mental

En las últimas décadas, el acceso a una vivienda digna se ha convertido en un desafío creciente para muchas personas en todo el mundo. La especulación inmobiliaria, la gentrificación (proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de mayor poder adquisitivo), y la falta de regulación adecuada han generado un aumento en los precios de alquiler y compra, lo que dificulta la estabilidad residencial. Este fenómeno no solo afecta la economía y la calidad de vida, sino que también tiene un impacto profundo en la salud mental de quienes lo padecen.

Estrés crónico y ansiedad

La inestabilidad habitacional está estrechamente relacionada con el estrés crónico. La incertidumbre sobre la posibilidad de perder la vivienda, los desalojos y la imposibilidad de encontrar un lugar asequible generan una preocupación constante que puede derivar en ansiedad generalizada. Quienes viven bajo estas circunstancias suelen experimentar dificultades para relajarse, problemas de sueño y una sensación persistente de inseguridad.

Depresión y desesperanza

Los sentimientos de desesperanza y desamparo también se desencadenan de forma frecuente ante la imposibilidad de acceder a una vivienda estable. La falta de un espacio seguro y propio, sumada a la presión financiera, puede hacer que las personas se sientan atrapadas en una situación sin salida. Hay estudios que han demostrado que quienes enfrentan inseguridad habitacional tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar depresión.

Impacto en la autoestima y el sentido de pertenencia

Hay que tener en cuenta que el “hogar” no solo es un refugio físico, sino también un elemento clave en la construcción de la identidad y la autoestima. La dificultad para acceder a una vivienda digna puede hacer que las personas se sientan fracasadas o incapaces, afectando su autoconcepto. El no poder proporcionar un hogar estable para la familia puede generar sentimientos de culpa y vergüenza, reforzando una percepción negativa de uno mismo. Además, vivir en condiciones precarias o en viviendas temporales puede hacer que las personas se sientan menos valoradas socialmente, afectando su confianza y seguridad personal.

Por otro lado, la constante necesidad de mudarse debido a desalojos o aumentos en los costos de alquiler puede generar una sensación de desarraigo, lo que contribuye a una menor autoestima. La falta de un espacio personal seguro también limita la posibilidad de expresar la propia identidad a través del entorno, algo esencial para el bienestar emocional. Todo esto puede llevar a un círculo vicioso en el que la falta de vivienda estable afecta la autoestima, y una autoestima deteriorada dificulta la toma de decisiones que podrían mejorar la situación habitacional.

Afectaciones en poblaciones vulnerables

Si bien la crisis de vivienda impacta a amplios sectores de la población, existen grupos particularmente vulnerables, como personas con bajos ingresos, familias monoparentales, adultos mayores y jóvenes en situación precaria. Para estos grupos, la falta de vivienda estable puede agravar problemas preexistentes de salud mental y generar dificultades adicionales en su bienestar general.

Posibles soluciones desde la psicología y la política social

Desde el campo de la psicología, mucho sería lo que se podría hacer si los recursos económicos necesarios se destinaran al cuidado de la salud mental de la población. Sería fundamental abordar el impacto emocional de la crisis de vivienda a través de estrategias de afrontamiento y apoyo psicosocial u ofrecer terapia individual y grupal para ayudar a las personas a gestionar el estrés, la ansiedad y la depresión derivadas de la inestabilidad habitacional. Programas de intervención temprana pueden ser clave para prevenir el deterioro de la salud mental en quienes enfrentan estas dificultades.

Además, contar con redes de apoyo comunitarias que refuercen el sentido de pertenencia, ayudarían a mitigar los efectos negativos de la incertidumbre habitacional. Iniciativas como grupos vecinales que sirvan de apoyo, espacios de escucha activa y programas de integración social pueden contribuir a fortalecer la resiliencia de las personas afectadas.

Desde la psicología trabajar en la promoción de habilidades de afrontamiento y adaptación (como la gestión emocional, la resolución de problemas y la toma de decisiones), permite empoderar a las personas para que enfrenten mejor su situación y busquen soluciones eficaces

Sin embargo, la solución no puede depender exclusivamente del individuo. Siendo la proactividad individual necesaria, no lo es menos una intervención a nivel político que garantice el acceso a viviendas asequibles, la regulación del mercado inmobiliario y la protección de los derechos de los inquilinos y propietarios.

En conclusión, la crisis de vivienda es un problema estructural con consecuencias psicológicas profundas (más de lo que creemos). Comprender y visibilizar su impacto en la salud mental es el primer paso para generar cambios que permitan a las personas vivir con dignidad y estabilidad emocional.

Si no puedes, no dudes en pedir ayuda

Si, a pesar de intentarlo y poner todo de tu parte, no lo consigues, no dudes en buscar ayuda de un profesional como un psicólogo o terapeuta familiar para así exponer tu caso.

Nuestra consultas MSG PSICOLOGÍA, psicologa en Valladolid y Laguna de Duero

C/ Divina Pastora nº 4, Entreplanta, Oficina 3 47004 Valladolid Tel. 625 90 79 49 

Avda. Madrid nº 49 47140 Laguna de Duero (Valladolid) Tel.: 625 90 79 49 

Viajar y salud mental: Un viaje hacia el bienestar interior

Viajar y salud mental: Un viaje hacia el bienestar interior

Que viajar es una actividad estimulante, todos lo sabemos, pero quizá no seamos conscientes de hasta que punto llega la relación entre viajar y la salud mental.

En un mundo cada vez más acelerado y lleno de exigencias, el viaje se presenta no solo como una oportunidad para descubrir nuevos destinos, culturas y paisajes, sino también como un recurso valioso para el bienestar psicológico. Explorar el vínculo entre viajar y la salud mental nos permite entender cómo estos desplazamientos pueden influir en nuestro estado anímico, en la reducción del estrés y en el fomento de un crecimiento personal.

Beneficios psicológicos de viajar

Viajar tiene unos efectos muy positivos sobre el bienestar y la salud mental. Entre otros, están:

1. Reducción del estrés y la rutina

Uno de los beneficios más evidentes de viajar es la ruptura con la rutina diaria. Al salir del entorno habitual, se facilita la desconexión de las responsabilidades laborales y personales, lo que puede traducirse en una disminución significativa de los niveles de estrés. La exposición a ambientes nuevos y la posibilidad de contemplar paisajes distintos estimulan un estado de relajación y, en muchos casos, promueven el descanso mental necesario para retomar la vida diaria con energías renovadas.

2. Estímulo de la creatividad y el aprendizaje

Por otro lado, el viaje invita a explorar lo desconocido; y esta exposición a diferentes culturas, costumbres y lenguajes estimula la creatividad y abre la mente a nuevas formas de pensar y sentir. La novedad que se experimenta en cada destino no solo rompe con la monotonía, sino que también favorece la resolución de problemas (que vemos con diferente perspectiva), la capacidad de adaptación y el desarrollo de habilidades cognitivas que son esenciales para el equilibrio y el bienestar mental.

3. Fomento del autoconocimiento y la resiliencia

El acto de viajar puede convertirse en un viaje interior. Al enfrentar situaciones nuevas —como la adaptación a entornos desconocidos, la superación de barreras idiomáticas o la toma de decisiones en circunstancias inesperadas— se potencia el autoconocimiento y con ello la autovaloración personal ajustada. Estas experiencias permiten a las personas descubrir fortalezas y áreas de mejora, contribuyendo a una mayor resiliencia y a la construcción de una identidad más sólida. El autoconocimiento, a su vez, es un pilar fundamental en la gestión y prevención de problemas de salud mental.

4. Conexión social y enriquecimiento interpersonal

Viajar ofrece la posibilidad de conocer a personas de diversos orígenes, culturas y costumbres con las que se pueden establecer conexiones significativas. Encontrarse en situaciones nuevas que pueden suponer un reto nos va a llevar a interactuar con personas que, de otra manera, no hubieran sido nunca objeto de interacción. Además, estas interacciones pueden disminuir la sensación de aislamiento, potenciar el sentimiento de pertenencia y enriquecer la red social personal. Compartir experiencias y desafíos durante un viaje fomenta un sentido de comunidad, lo cual resulta beneficioso para quienes pueden sentirse solos o desconectados en su entorno habitual. Viajar da la oportunidad de verse a uno mismo desde otro prisma también en las relaciones.

Desafíos y consideraciones

Cómo vemos los viajes pueden ofrecer y ofrecen múltiples beneficios para la salud mental, pero también es importante reconocer que suponen un desafio para la persona. Por ejemplo:

  • Ansiedad por lo desconocido: La incertidumbre y el cambio constante pueden generar ansiedad, especialmente en quienes se sienten más cómodos en entornos predecibles.
  • Fatiga por la planificación: La organización y logística de un viaje, en ocasiones, pueden convertirse en una fuente de estrés adicional. Esto es especialmente frecuente y cierto cuando la organización del viaje de varias personas recae sobre una sola.
  • Choque cultural: La adaptación a costumbres, comidas y normas diferentes puede generar frustración o malestar temporal, aunque a largo plazo se convierta en una experiencia enriquecedora.

La clave está en equilibrar la búsqueda de nuevas experiencias con el cuidado personal, reconociendo cuándo es necesario establecer límites y cuándo se requiere un descanso o una planificación más detallada.

Viajar como herramienta terapéutica

En los últimos años, algunos profesionales de la salud mental hemos comenzado a incorporar el viaje como una estrategia complementaria en tratamientos terapéuticos. Programas de “terapia de aventura” o retiros de bienestar se enfocan en utilizar el entorno natural y la experiencia del desplazamiento para fomentar el autoconocimiento y la recuperación emocional. Estas prácticas demuestran que, cuando se planifican de manera consciente y se integran en un marco terapéutico, los viajes pueden ser una poderosa herramienta para la sanación y el crecimiento personal.

En conclusión, podemos decir que la relación entre viajar y la salud mental es compleja y multifacética. Mientras que salir de la rutina y explorar nuevos horizontes puede aportar numerosos beneficios —desde la reducción del estrés y el fomento de la creatividad hasta el fortalecimiento del autoconocimiento y la resiliencia—, es importante reconocer y gestionar los posibles desafíos asociados. Al final, viajar no solo se trata de recorrer distancias geográficas, sino también de embarcarse en un viaje interior que nos permita reconectar con nosotros mismos, aprender a gestionar las adversidades y celebrar la diversidad del mundo y de nuestras propias emociones.

En un mundo en constante cambio, el viaje se convierte en una metáfora viva de la transformación personal, recordándonos que cada destino, ya sea externo o interno, es una oportunidad para crecer y encontrar el equilibrio en nuestra salud mental.

Si no puedes, no dudes en pedir ayuda

Si, a pesar de intentarlo y poner todo de tu parte, no lo consigues, no dudes en buscar ayuda de un profesional como un psicólogo o terapeuta familiar para así exponer tu caso.

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La Lotería de Navidad desde la Psicología: ¿Por qué nos atrae tanto el “Gordo”?

La Lotería de Navidad es un evento icónico en países como España, donde millones de personas participan con la esperanza de ganar el ansiado “Gordo”. Más allá del aspecto económico, este fenómeno social encierra profundas implicaciones psicológicas que explican por qué seguimos comprando décimos año tras año, incluso sabiendo que las probabilidades de ganar son mínimas. Desde la psicología, la Lotería de Navidad es un escaparate de nuestras emociones, sesgos cognitivos y la necesidad de conexión social.

1. El poder del optimismo: “¿Y si me toca?”

Uno de los aspectos más relevantes de la Lotería de Navidad es el sesgo de optimismo. A pesar de que la probabilidad de ganar es aproximadamente de 1 entre 100,000, la ilusión de que podríamos ser los afortunados nos impulsa a participar. Este pensamiento se relaciona con el concepto de sesgo de disponibilidad, según el cual damos más peso a eventos altamente visibles o emotivos. Al ver en los medios historias de ganadores felices o escuchar anécdotas de personas que “compraron un billete de última hora y ganaron”, nuestro cerebro sobreestima las posibilidades reales de éxito.

2. La recompensa emocional frente a la racionalidad económica

Desde un punto de vista estrictamente racional, comprar un décimo puede no ser una decisión lógica debido a las bajas probabilidades de ganar. Sin embargo, la lotería no solo se trata de dinero, sino también de la experiencia emocional. La anticipación, el soñar despierto con qué haríamos si ganáramos y la emoción compartida con amigos y familiares son formas de recompensa emocional que hacen que el gasto parezca más justificable.

3. La presión social y el “miedo a quedarse fuera”

La Lotería de Navidad no es solo una actividad individual, sino un evento profundamente social. Es común que grupos de amigos, familias, compañeros de trabajo o comunidades enteras compren participaciones conjuntas. Esto refuerza el sentido de pertenencia y crea un ritual colectivo. Además, el “FOMO” (Fear of Missing Out) juega un papel crucial: el temor a que los demás ganen mientras nosotros no participamos nos lleva a comprar un décimo “por si acaso”.

4. El ritual y la tradición

La Lotería de Navidad forma parte de un ritual anual que muchas personas asocian con el inicio de las festividades. Desde la compra del billete hasta el sorteo retransmitido por televisión con los famosos niños de San Ildefonso, estos actos refuerzan la sensación de tradición y nostalgia. Según la psicología del comportamiento, los rituales tienen un efecto calmante y ofrecen un sentido de estructura y pertenencia, lo que explica por qué, incluso en épocas de crisis, la participación en la lotería sigue siendo alta.

5. El sesgo de grupo y la alegría compartida

Cuando un grupo gana la lotería, la felicidad se magnifica por el contexto social. La idea de compartir la alegría con personas cercanas es un poderoso motivador. Incluso si no ganamos, el simple hecho de participar en un evento compartido fortalece vínculos y genera una sensación de comunidad, un aspecto fundamental para el bienestar psicológico.

6. La lotería como escapismo

En épocas de estrés o incertidumbre, la Lotería de Navidad ofrece una vía de escape. Pensar en un futuro idealizado donde los problemas económicos desaparecen puede ser un mecanismo de afrontamiento que reduce la ansiedad a corto plazo. Esto está relacionado con el pensamiento contrafactual, que nos permite imaginar escenarios alternativos y mantener la esperanza, incluso si sabemos que son improbables.

7. El impacto del sorteo en las emociones

El día del sorteo es, en sí mismo, un evento emocional. La expectación y la tensión mientras los niños cantan los números generan una descarga de adrenalina y dopamina, independientemente del resultado. Aunque la mayoría de las personas no ganan premios significativos, muchos reportan sentirse satisfechos simplemente por haber formado parte de la experiencia colectiva.

En definitiva, la Lotería de Navidad no es solo una apuesta económica, sino un fenómeno emocional y social profundamente arraigado. Participar en ella nos conecta con nuestras aspiraciones, nos une con quienes nos rodean y nos ofrece un respiro de las preocupaciones cotidianas. Entender este fenómeno desde la psicología nos ayuda a apreciar por qué, más allá de los números, seguimos soñando con el “Gordo” cada Navidad.

Quizá, como decía el anuncio clásico: “El mayor premio es compartirlo”.

¿Feliz Navidad?

¿Feliz Navidad?

Llega la ¿Feliz Navidad?, periodo de alegría y felicidad para unos, y de tristeza y angustia, como sabemos bien en MSG Psicólogía, para otros. Como en cualquier otra situación de nuestras vidas, la situación en sí no es positiva o negativa. Lo que la convierte en una cosa u otra es la interpretación que hacemos de ella, la forma en que la vivimos y la actitud con que nos enfrentamos a ella.

Estas fechas Navideñas tienen unas características especiales que hacen ciertamente complicado su afrontamiento para determinadas personas.

En primer lugar y fundamentalmente, nos encontramos con una época cargada de emotividad. Son fechas llenas de recuerdos con nuestros seres queridos que ya no están o que se encuentran lejos, y es en momentos como estos donde más notamos su falta.

Por otra parte las reuniones con familiares y amigos no siempre son fáciles. Soportar a la suegra con la que nos une una relación complicada, o al compañero de trabajo que considera que sus bromas son las mejores, puede hacer que presagiemos con temor los típicos encuentros y reuniones de estas fechas.

Y que decir de la preparación de cenas, comidas, regalos, etc…Nos esforzamos porque todo este al gusto de todos, pasamos horas en la compra, preparando los menús y pensando y buscando el regalo más adecuado para cada uno…que no siempre es lo que más nos apetece y/o deseamos.

Unamos a todo ello, lo que supone de dispendio cubrir todas estas necesidades, que desequilibra muchas veces de forma grave, nuestra economía.

Agitemos todo y tendremos la mezcla perfecta para que una persona que arrastre algún conflicto personal o pase por un momento sensible y/o delicado, encuentre un caldo de cultivo apto para la tristeza, el estrés, la angustia e incluso la depresión.

Pero siendo cierto todo lo dicho anteriormente, habrá muchas personas que nos digan que estos días son bonitos, cargados de ilusión y de la alegría del encuentro con aquellos a los que no tenemos oportunidad de ver en otras ocasiones. Y todo ello es cierto también.regalos-ninos

¿Cual es pues la diferencia entre unos y otros?: fundamentalmente las diferencias en el foco de atención. Las personas que temen la llegada de las fiestas navideñas focalizan su atención fundamentalmente en los aspectos negativos de las situaciones, y por lo tanto se centran en lo negativo de estos días festivos. Pero podemos minimizar el efecto de estos aspectos negativos, buscando lo positivo para equilibrar nuestra valoración.

Cierto es que reunirse alrededor de la mesa en Nochebuena cuando se ha perdido a un padre o una madre, es doloroso y difícil, pero si en vez de centrarnos en esto valoramos la compañía de la que disfrutamos o la incorporación de un nuevo miembro a esa fiesta familiar, probablemente seamos capaces de vivir esa situación de una forma mucho más positiva.

La Navidad en sí misma no es difícil. Somos nosotros los que elegimos si las vivimos como una situación complicada o no. Tener esto claro, nos otorga responsabilidad sobre cómo las vivimos y por lo tanto poder para cambiar nuestra forma de vivenciarlas. Y ya el solo hecho de pensar que está en nuestra mano decidir cómo afrontar estos días nos impregna de seguridad y ello en sí mismo nos permitirá verlo de forma más positiva.

Así que ¡Feliz Navidad para todos!

Autor: Montserrat Sanz García

DANA de Valencia BBC

LO QUE LA “DANA” SE LLEVÓ

La pasada semana apareció en España un fenómeno meteorológico desconocido, por su fuerza destructiva, que ha arrasado con todo.

“A los 15 minutos de empezar a entrar el agua ya teníamos la casa completamente inundada y tuvimos que refugiarnos en el tejado. Hemos perdido la casa, los coches y el negocio. Aunque no hemos perdido la vida, lo hemos perdido todo. ¿Y ahora qué vamos a hacer?, ¿Cómo vamos a seguir adelante?”. Testimonios como este se cuentan por miles en las zonas afectadas por la DANA.

Es cierto que la vida es el bien más preciado, pero también lo es que el esfuerzo y el trabajo de muchos años se encuentra en los hogares donde tenemos los recuerdos de lo vivido, los objetos significativos, las fotos, los documentos, etc. Que se nos arranque todo ello de un plumazo supone un trauma difícil de superar. Estas personas van a necesitar durante mucho tiempo mucho apoyo de todo tipo, y especialmente psicológico para poder procesar un duelo tan profundo instalado en una situación tan traumática. Cualquier pérdida en la vida va a suponer pasar por un proceso de duelo. Es normal y natural, y la mayoría de los seres humanos estamos preparados para vivirlo y superarlo; pero en una situación así vamos a ver muchos casos de duelo complicado por las circunstancias extraordinarias en las que las pérdidas se han producido: inesperadas, dramáticas, con efectos desproporcionados, con consecuencias permanentes…

Ahora mismo, aun inmersos en el momento de shock, las victimas todavía no se han hecho conscientes de lo ocurrido en toda su dimensión, ocupadas como están en liberar las calles de barro, encontrar algo de comer y/o a sus familiares y amigos desaparecidos; pero cuando pasen unos días y las situaciones más urgentes se hayan ido resolviendo llegará el momento de mirar alrededor y pararse a hacer recuento de todo lo perdido. Y en ese momento, la rabia, la tristeza y la impotencia inundaran los estados de ánimo y parecerá imposible seguir adelante.

En una situación así hay que aferrarse a lo positivo que queda y, en lo posible, mirar solo hacia delante obviando lo que se deja atrás (sobre todo porque lo que se deja atrás es mucho). 

Gestionar las emociones de forma adecuada para que no supongan un bloqueo es fundamental; y para ello hay que identificar esas emociones, validarlas y aceptarlas como naturales y coherentes con lo vivido. 

Los pensamientos negativos alrededor de lo ocurrido y de la propia capacidad para resolver los “y si…” no deben tomar el control. Identificarlos y manejarlos de forma adecuada es una tarea necesaria para transitar el proceso de duelo de forma más adecuada y menos dolorosa y, sobre todo, para mejorar la capacidad de resiliencia de la persona. 

Resiliencia…esa palabra tan utilizada últimamente adquiere una dimensión extraordinaria en estos momentos; porque tener capacidad para salir adelante de las situaciones más extremas consiguiendo aprender de ellas y crecer personalmente, es una oportunidad que se presenta en este momento. De lo aprendido se harán presente cada una de las propias capacidades lo que ayudará a que la incertidumbre sobre lo que vaya a pasar y/o cómo se resuelvan las situaciones futuras, sea menor. Si me he demostrado que soy resolutivo, proactivo, valiente y adaptativo, contaré con todo ello en el futuro y este dará un poco menos de miedo.

En cualquier caso, es necesario el apoyo social, no sentirse solos en esto. Las administraciones deben dar una respuesta rápida y eficaz a todas aquellas necesidades económicas, habitacionales y funcionales de las víctimas para que estas puedan dedicarse al trabajo personal de gestionar su duelo. Algo para lo que también precisaran ayuda profesional en la mayoría de los casos y especialmente en los más traumáticos. Esperemos que por una vez se dé cobertura a todas estas necesidades  de forma eficaz y mantenida en el tiempo porque lo vivido no se olvidará fácilmente, al menos por quienes lo han sufrido y para quienes la DANA se ha llevado su vida tal y como la conocían.

Violencia de género

La violencia de género

Hoy un conocido político de nuestro país ha abandonado la política aduciendo que debía preservar su salud mental porque su personaje público no era coherente con su persona. La sorpresa ha llegado cuando se ha hecho pública una catarata de denuncias públicas que le acusan de abusos sexuales y violencia de género. Para muchas personas ha supuesto algo increíble, especialmente porque por la ideología política que defendía parecía haber una incompatibilidad clara con tener actitudes machistas de cualquier tipo. Sin embargo, para quienes trabajamos en este campo de la violencia de género desde hace años (con víctimas y agresores) si algo tenemos claro es que la violencia de género es un problema transversal, esto es, que afecta a todos los estratos sociales, culturales, económicos e incluso ideológicos como vemos en este caso.

La violencia de género se basa en la idea de que el hombre es superior a la mujer y en la necesidad de sentir poder sobre otro ser humano. Desde que nacemos nos vemos inmersos en un entorno plagado de micromachismos que son precursores de esta idea, y casi sin darnos cuenta vamos normalizando actitudes, comentarios y comportamientos que la mantienen entre hombres y también entre las mujeres.

Y así se toleran comentarios como “que suerte que tu marido te ayude en casa”, “corres como una niña”, o “hija ¿vas a trabajar ya? lo vas a pasar mal cuando le lleves a la guardería”, “te vas de cena y ¿con quién dejas al niño?” …estos son solo algunos ejemplos, pero a poco que pensemos encontraremos muchos más. Y de esta manera se normaliza la idea de que los hijos son solo de las madres y es su responsabilidad su cuidado, o que la mujer debe elegir entre su carrera profesional y su maternidad, y el hombre no.

Cuando las mujeres víctimas de violencia (psíquica, física y/o sexual) llegan a consulta, además de llegar destrozadas cognitiva y emocionalmente, se sienten culpables de lo ocurrido considerando que son responsables por acción u omisión de los comportamientos y actitudes de sus maltratadores. Y es una de las primeras tareas de su reconstrucción: que sean capaces de verse a sí mismas como las víctimas que son y empezar a hacerse conscientes y aceptar que han estado con una persona violenta con la personalidad típica de maltratador que casi todos ellos comparten en mayor o menor medida.

En los últimos años se han desarrollado leyes que pretenden proteger a las mujeres de semejantes experiencias y cabría esperar que cada vez fueran menos los casos, sin embargo por el contrario, aumentan más. Y no sabemos si este aumento se debe a la valentía de las mujeres en denunciar (legal y/o públicamente) lo que las ocurre, o a que, ante leyes más proteccionistas sobre la mujer, algunos hombres reaccionan intentando “defenderse” reivindicando su “territorio”. Por otro lado, las mujeres en general van siendo más conscientes de que son iguales a los hombres dejando la sumisión a un lado y los hombres se sienten amenazados en su rol histórico.

De todo esto se desprende la importancia de la educación, y esta debe provenir no solo de la familia sino de la escuela, medios de comunicación, redes sociales…en definitiva, de la sociedad entera. Y esto no se está cuidando. Solo hay que escuchar las letras de las canciones de reguetón, por ej. en los que se cosifica a la mujer de forma habitual transmitiendo la idea, además de que a las mujeres les gusta que las traten así.

Es mucha la tarea que tenemos pendiente, pero por ímproba que sea no podemos caer en el desaliento si pensamos en todas esas víctimas a las que alguien aterrorizó, anuló, humilló, violó, agredió y convirtió en la mínima expresión de sí misma. Y no olvidemos a los niños, víctimas silenciosas de la tensión en el hogar que debería ser seguro y que se ha convertido en su infierno particular. 

Trabajar para evitarlo es responsabilidad de todos y es trabajo de los psicólogos trabajar para curarlo.

El fracaso

El fracaso

Últimamente están llegando a consulta personas con problemas de adaptación a situaciones que han supuesto un fracaso en sus vidas: ruptura de pareja, quiebra de un negocio, incapacidad para terminar una carrera universitaria…

El fracaso es una experiencia común y humana que, aunque generalmente se percibe de manera negativa, tiene un potencial profundo para el aprendizaje y el crecimiento personal. Implica no alcanzar una meta deseada o no cumplir con ciertas expectativas, ya sean propias o ajenas. Aunque puede y suele generar sentimientos de frustración, desánimo o tristeza, el fracaso también ofrece oportunidades para reflexionar, reevaluar estrategias, y ajustar el rumbo hacia el éxito.

En muchos casos, el fracaso es considerado un paso esencial en el camino hacia el éxito. Personalidades célebres como Thomas Edison o J.K. Rowling han destacado que los fracasos que vivieron en su carrera fueron claves para sus logros posteriores, ya que les permitieron aprender de sus errores, desarrollar resiliencia y perseverancia.

El miedo al fracaso puede, sin embargo, paralizarnos, llevándonos a evitar todo lo que suponga riesgo o perseguir objetivos ambiciosos. Pero al cambiar la percepción del fracaso como un fin definitivo y verlo como parte del proceso de crecimiento, es posible transformar esta experiencia en un elemento constructivo.

Es decir, que, si se aborda con una mentalidad abierta y dispuesta a adaptarse y mejorar, el fracaso puede ser una fuente de aprendizaje muy valiosa.

Afrontar el fracaso desde este punto de vista implica un cambio de mentalidad y el uso eficaz de estrategias para manejar las emociones, aprender de la experiencia y seguir adelante. Incluiría:

1. Aceptar el fracaso como parte del proceso

  • Reconocimiento: Lo primero es reconocer que el fracaso es una experiencia inevitable y común en la vida de todos. Todos fallamos en algún momento. Aceptarlo permite procesar las emociones negativas en lugar de ignorarlas.
  • Normalización: Muchos de los mayores éxitos han sido precedidos por fracasos. Entender que el fracaso es parte del crecimiento puede ayudarnos a verlo como un paso necesario, no como el fin.

2. Gestionar las emociones

  • Permitirse sentir: Es normal sentir tristeza, frustración, o enojo tras un fracaso. No se trata de reprimir estos sentimientos sino de darles espacio a las emociones, pero no debes quedarte estancado en ellas.
  • Desahogo saludable: Hablar con alguien de confianza, escribir en un diario, o practicar actividades que ayuden a liberar el estrés puede ser útil.

3. Replantear el fracaso

  • Aprendizaje en lugar de derrota: Se trata de hacer una revisión objetiva de la situación. Preguntarse: ¿Qué salió mal? ¿Qué puedo aprender de esto? Ver el fracaso como una lección  ayuda a identificar áreas de mejora.
  • Despersonalizar el fracaso: No te definas por tus fracasos. El hecho de haber fallado en algo no significa que seas un fracaso. Es solo una experiencia, no tu identidad ni por lo que te defines.

4. Reevaluar y ajustar

  • Identifica qué funcionó y qué noNo todo en una experiencia fallida es negativo. Buscar lo que funcionó y lo que no permitirá ajustar las estrategias para el futuro.
  • Sé flexible: A veces, el fracaso ocurre porque los métodos o metas no eran los más adecuados. Estar dispuesto a cambiar de enfoque y/o de expectativas es clave.

5. Desarrollar resiliencia

  • Cultivar la persistencia: El fracaso puede ser una prueba de la capacidad para seguir adelante. Las personas exitosas suelen compartir una cualidad clave: la persistencia. Levantarse tras cada caída es fundamental.
  • Fortalecer tu mentalidad: Practicar una “mentalidad de crecimiento”, es decir, creer que las habilidades y talentos se pueden desarrollar con esfuerzo y aprendizaje, ayudará a enfrentar los fracasos con mayor optimismo.

6. Buscar apoyo

  • Rodearse de personas positivas: Hablar con amigos, familiares o compañeros puede ofrecernos una perspectiva diferente y apoyo emocional. A veces, otros ven lo que nosotros no podemos ver en momentos difíciles.
  • Consejo profesional si es necesario:  Y si el fracaso te afecta profundamente, como en el caso de grandes fracasos personales o profesionales y te sientes abrumado, buscar la orientación de un psicólogo puede ayudarte a procesar la situación de una forma más adecuada.

7. Centrarse en el futuro

  • Establecer nuevos objetivos: Tras el análisis y aprendizaje, es importante volver a definir metas, ya sea reajustando las anteriores o creando otras nuevas. Esto te mantendrá en movimiento hacia adelante.
  • Pequeños pasos: Tras un fracaso, puede ser útil empezar con objetivos más pequeños y manejablespara reconstruir la confianza y recuperar el impulso.

8. Desarrollar una mentalidad positiva

  • Autoafirmaciones: Recuerda tus fortalezas y logros pasados. Recordarte a ti mismo lo que eres capaz de hacer para ayudarte a recuperar la confianza.
  • Gratitud: Practicar la gratitud es una forma de ayudarte a enfocarte en lo positivo en lugar de centrarte únicamente en lo que salió mal.

9. Evitar compararse con los demás (Muy importante)

  • Cada persona tiene su propio camino y enfrenta desafíos distintos. Compararse con los demás puede aumentar la sensación de fracaso de una forma poco realista e injusta para uno mismo. Lo que vemos como éxito en los demás puede que esconda cosas negativas para esa persona, que no conocemos. Hay que enfocarse en el propio progreso y crecimiento personal.  

En conclusión:  Afrontar el fracaso de manera saludable nos ayuda no solo a superar la situación, sino a crecer y prepararnos mejor para futuros desafíos. Si se ves como una oportunidad para aprender y mejorar, el fracaso se convierte en una parte esencial de nuestro desarrollo personal.

Vuelta a la rutina

Volver a la rutina tras el verano

Después de unos meses donde ha primado el ocio, las terrazas, playa y vacaciones para la mayoría de las personas (no todas), despedirse de todo ello y retomar los ritmos de actividad habituales puede hacerse muy cuesta arriba. Sin embargo, hemos de adaptarnos al cambio que supone con la mejor de las actitudes.

Porque volver a la rutina después del verano puede ser un reto, pero también es una oportunidad para reorganizarse, establecer nuevas metas y retomar buenos hábitos. Teniendo en cuenta algunos aspectos importantes vamos a facilitar la transición.

1. Planificación progresiva

  • No intentar retomar todo de golpe. Es recomendable comenzar de manera gradual, ajustando los horarios de sueño y actividades unos días antes de volver a la rutina completa. Esto es especialmente importante en el caso de los escolares; al menos una semana o dos antes es aconsejable ir adoptando los horarios que van a tener durante el curso para que la incorporación a las clases no lleve añadido el cansancio y/o la falta de sueño.

2. Organizar las tareas

  • Utilizar un calendario o una aplicación para planificar tus tareas y metas te ayudará a visualizar lo que necesitas hacer y te motivará a mantenerte al día cumpliendo tus objetivos.

3. Cuidar el descanso

  • Volver a un horario regular de sueño es fundamental. Se ha de establecer una rutina para acostarse y levantarse a la misma hora, porque eso permitirá estar más descansado y productivo a lo largo del día.

4. Fijar objetivos alcanzables

  • En lugar de intentar hacer todo al mismo tiempo, hay que establecer metas pequeñas, realistas y alcanzables para los primeros días o semanas. Esto ayudará a mantener la motivación sin agobios ni sensación de frustración. Ya iremos siendo un poco más exigentes cuando hayamos recuperado el ritmo habitual.

5. Priorizar la actividad física

  • El ejercicio, tan importante para la salud física y mental, es clave para combatir el cansancio post-vacacional y mejorar el ánimo. Si no se realiza ejercicio habitualmente se puede empezar con caminatas cortas o con sesiones de ejercicio ligero e ir aumentando la intensidad progresivamente. En cualquier caso, siempre es mejor hacer poco que no hacer nada, no lo olvides.

6. Aliméntarse bien

  • Y si el ejercicio y el descanso son importantes no lo es menos la alimentación. Recordemos “mens sana in corpore sano”. Volver a una dieta equilibrada después del verano nos dará más energía y mejorará la capacidad de concentración. Es importante incluir frutas, verduras y proteínas en la dieta diaria para mantener el cuerpo activo y sano.

7. Dedicar tiempo al ocio

  • Aunque se esté volviendo al trabajo o a las clases, sigue siendo muy importante reservar tiempo para realizar y disfrutar con actividades que nos relajen y nos gusten. Esto ayudará a mantener un buen equilibrio mental y emocional.

8. Sé paciente contigo mismo

  • Es normal que al principio cueste adaptarse nuevamente a la rutina. A veces pretendemos conseguir en la primera semana el mismo rendimiento que conseguiamos antes de las vacaciones y cuando no lo logramos nos frustramos y nos enviamos mensajes negativos que, lejos de “espolearnos” para conseguir rendir más, nos lleva al bloqueo y el malestar emocional. Ser paciente y amable con uno mismo y darse el tiempo necesario para ajustarse a los nuevos hábitos nos va a ayudar a hacer esta vuelta a la rutina más sencilla y fluida.

Implementando estos consejos poco a poco, el proceso de volver a la rutina después del verano será mucho más fácil y menos estresante.

Trastornos mentales y violencia

Trastornos mentales y violencia

Hace dos días los medios de comunicación han dado la noticia de que un niño de 11 años ha sido asesinado con 12 puñaladas asestadas por un desconocido que, al parecer, ha elegido a su víctima de forma aleatoria. Cuando se ha detenido al presunto culpable se han disparado las conjeturas e hipótesis sobre las posibles razones que han motivado tal comportamiento y se ha entrevistado a múltiples especialistas de todo tipo intentado valorar su estado mental y su grado de responsabilidad penal. Sin tener toda la información sobre el caso parece ser que lo único que se conoce es que tenía reconocido un 75% de discapacidad por problemas mentales. Y aquí se disparan teorías y opiniones de todo tipo entre los contertulios de los programas de TV, dirigidos en su mayoría a la idea de: “su trastorno mental explica su comportamiento violento” …sin embargo esto está bastante alejado de la realidad.

El tema de la relación entre los trastornos mentales y la violencia es complejo y ha sido objeto de debate durante muchos años en los campos de la psicología, psiquiatría y criminología.

1. Mitos y Realidades

  • Mito: Existe una creencia generalizada de que las personas con trastornos mentales son más propensas a ser violentas. Pero…
  • La Realidad nos dice que la mayoría de las personas con trastornos mentales no son violentas. De hecho, son más propensas a ser víctimas de violencia que perpetradores. Solo un pequeño porcentaje de personas con ciertos trastornos (como la esquizofrenia con síntomas psicóticos o el trastorno de personalidad antisocial) pueden mostrar comportamientos violentos, y esto suele estar relacionado, además, con otros factores como el abuso de sustancias.

2. Existen Factores de Riesgo Asociados a la Violencia, como:

  • La comorbilidad: La combinación de un trastorno mental con abuso de sustancias puede aumentar el riesgo de conductas violentas.
  • Una historia de violencia previa: Las personas con antecedentes de violencia son más propensas a repetir conductas violentas, independientemente de la presencia de un trastorno mental.
  • Ciertos factores sociales y ambientales: El desempleo, la pobreza, la falta de apoyo social y la exposición a situaciones violentas pueden incrementar la probabilidad de conductas violentas en personas con o sin trastornos mentales.
  • La estigmatización y el aislamiento: El estigma asociado a los trastornos mentales puede llevar al aislamiento social, lo que puede exacerbar los síntomas y aumentar la frustración, en algunos casos conduciendo a comportamientos agresivos.

3. Trastornos Mentales Específicos y Violencia

  • Trastorno de personalidad antisocial: Las personas con este trastorno muestran un patrón de desprecio por los derechos de los demás y pueden ser más propensas a comportamientos violentos.
  • Trastorno bipolar: Durante episodios de manía o depresión severa, puede haber un aumento en la impulsividad, lo que en casos raros podría llevar a la violencia.
  • Esquizofrenia: Aunque la mayoría de las personas con esquizofrenia no son violentas, algunos pueden volverse violentos si experimentan alucinaciones (por ej. oír voces que les ordenan algo) o delirios persecutorios intensos (“quieren hacerme daño”).

4. Intervenciones y Prevención

  • Tratamiento adecuado: Seguir un tratamiento adecuado a cada caso con medicación y psicoterapia puede ayudar a controlar los síntomas de los trastornos mentales, reduciendo así el riesgo de conductas violentas.
  • Programas de rehabilitación y apoyo: Las iniciativas que proporcionan apoyo social, vivienda estable y tratamiento para el abuso de sustancias pueden reducir la violencia entre personas con trastornos mentales.
  • Educación y sensibilización: Sobre todo, es crucial desmitificar las creencias sobre la relación entre trastornos mentales y violencia para reducir el estigma y promover la inclusión social; y no porque sea lo “políticamente correcto” sino porque es lo riguroso y cierto.

5. Responsabilidad social y ética

  • Políticas públicas: Es necesario implementar políticas que garanticen el acceso a tratamientos adecuados y que promuevan la reintegración social de personas con trastornos mentales.
  • Medios de comunicación: Deben ser responsables a la hora de reportar incidentes relacionados con trastornos mentales para no perpetuar estereotipos falsos.

6. Investigación y Nuevos Enfoques

  • La investigación continua en neurociencia, psicología y sociología es vital para entender mejor los factores que influyen en la relación entre trastornos mentales y violencia, y para desarrollar intervenciones más efectivas.

En resumen, aunque existe una asociación entre algunos trastornos mentales y comportamientos violentos, es importante reconocer que la mayoría de las personas con trastornos mentales no son violentas. La violencia es el resultado de una interacción compleja de factores, y la estigmatización de las personas con trastornos mentales solo contribuye a su marginalización y a la exacerbación de los problemas.

Si no puedes, no dudes en pedir ayuda

Si, a pesar de intentarlo y poner todo de tu parte, no lo consigues, no dudes en buscar ayuda de un profesional como un psicólogo o terapeuta familiar para así exponer tu caso.

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