Padres separados, padres de por vida
Tarde de sábado y la Sra. Doubtfire programada en TV. No sé cuantas veces habré visto esta película desde que la estrenaron. A mis hijos les encantaba y se reían con ganas con las desventuras de ese padre que en su afán por continuar cerca de sus hijos era capaz de travestirse y convertirse en la empleada del hogar que necesitaban. Por eso, por sus risas, veía la película para pasar un buen rato, centrándome en los gags que incluía. Hoy por primera vez me he parado a ver el drama humano que se esconde tras las sonrisas de Robin Williams. Quizá porque últimamente llevo un par de casos de padres separados de sus hijos, y eso me ha sensibilizado con el tema.
Los divorcios y separaciones son la manifestación de que la relación de pareja ha resultado un fracaso. Es por ello un hecho traumático para ambos, pero sobre todo lo es para aquellos afectados por las consecuencias de un proceso en el que poco protagonismo han tenido. Los hijos se ven abocados a un cambio drástico en su vida. Cambian de domicilio, de horarios, de rutinas…y dejan de ver a uno de los progenitores, generalmente el padre. Los jueces dicen tener en cuenta los intereses de los menores pero sistemáticamente conceden la custodia a las madres imponiendo un régimen de visitas demasiado restrictivo para aquellos hijos y padres que necesitan seguir viéndose, compartiendo momentos y vivencias y sintiéndose partes importantes los unos de la vida de los otros.
Los hijos necesitan la figura paterna y cuando no hay nada que lo justifique no deben ser privados de ella.