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Autor: MSG Psicología

Aprendiendo de nosotros mismos

Aprendiendo de nosotros mismos

Hacia mucho que no tenía tiempo de escribir artículos en mi blog. Siempre iba “a la carrera” con sesiones con pacientes, compras, casa, etc., y nunca veía el momento de parar. Hacía mucho que no me escuchaba a mi misma. Y mira tu por donde, ha llegado un microscópico ser para pararlo todo y a todos. Vamos a ir aprendiendo de nosotros mismos con MSG psicólogos en Valladolid.

Nunca pensamos que nos arrinconaría hasta obligarnos a permanecer en nuestras casas. Y durante los primeros días, muchos fueron los que se tomaron esto a broma y seguían saliendo a diario a por la barra de pan que era la excusa perfecta para salir, para estar en la calle aunque fuera un momento haciendo cola.

Pero han ido pasando los días y la gran mayoría se han dado cuenta de que es algo serio y que jugar al “despiste” no les va a proteger del contagio. Y poco a poco, las calles han ido quedando desiertas.

Cada uno de nosotros hemos vivido estos días de diferentes maneras pero, en general, como en una montaña rusa: días en los que nos levantábamos con energía y positivismo, días en los que nos podía la angustia y esos otros que pasaban sin pena ni gloria y lo que esperábamos de ellos es que acabaran cuanto antes. Pero después de todo, nos hemos acostumbrado a este nuevo ritmo. Y pasados los primeros días de limpiezas febriles, elaboración de pan, tartas y bizcochos, hemos llegado al punto de ser capaces de hacer poco o nada que no sea estar con nosotros mismos.

Si algo bueno podemos sacar de este confinamiento es la recuperación del silencio. Del físico y de ese otro que nos permite escuchar nuestros propios pensamientos con calma, mirándolos frente a frente y haciendo de ello una relación íntima que nadie más distorsiona.

Hemos acabado saturados de ver gente cocinando o en pijama en las redes sociales. Los adeptos al postureo se han quedado sin munición con la que llenar sus muros en redes sociales. Ya no se puede viajar, salir a cenar, o tomar unas cañas con los amigos. Y colgar fotos de lo bien que nos lo pasamos en la piscina de nuestro chalet, no queda bien, no tiene buena prensa. Sobre todo pensando en la cantidad de gente que está hacinada en casas diminutas y con pocas “comodidades”. Así que, si ya no pueden exhibir su extraordinaria vida (real o ficticia, eso es otro tema).

También hemos acabado cansados de conciertos online, teatros online y espectáculos online. Nos hemos visto la mayoría de series y películas que teníamos pendientes y hemos liquidado varios libros que nos apetecía leer.

La gran mayoría estamos reconcentrados en nosotros mismos y ¡oh, sorpresa!… no estamos tan mal.

Personalmente, echo de menos salir a la calle a pasear, a comprar sin tener que ir con el propio EPI sofocante. Pero cuando lo hago debo confesar que siento algo parecido al miedo. Miedo al posible contagio, a no haberme protegido suficientemente, a tocarme la cara instintivamente. Y solo recobro la tranquilidad cuando vuelvo a casa, me lavo y desinfecto bolsas, zapatos, etc. En ese momento pienso que quizá el salir al exterior esté sobrevalorado.

Por eso me planteo cómo vamos a vivir la vuelta paulatina a la normalidad. Creo que a la gran mayoría nos asalta esa sensación a sentirnos vulnerables en un entorno que no está tan controlado como nuestra casa. Y eso va a hacer que las salidas sean solo las estrictamente necesarias y buscando el máximo distanciamiento social. Nos va a costar encontrarnos con alguien si evaluar si está demasiado cerca, si tose o estornuda “a escape libre”, o si ha tocado ese bolígrafo que pensábamos utilizar… y no digamos aglomerarnos en los grandes almacenes o en bares de copas.

Quizá se produzcan cambios en nuestra manera de interactuar, al menos al principio, y probablemente nos sentiremos extraños cuando de nuevo tengamos que retomar el ritmo trepidante que llevábamos antes de éste “parón” o… quizá no. Quizá nuestro sistema de valores cambie y nos demos cuenta de que lo importante es lo que tenemos dentro, cómo nos sentimos y lo que necesitamos de verdad, porque a la postre, que los demás se enteren de donde estoy cenando hoy ni con quien, ni les va ni les viene.

Quizá cambie nuestro sistema de prioridades. Porque, después de todo ¿qué es lo qué más hemos echado en falta en estos días?: el abrazo de tu padre, el beso de tu madre, poder decir adiós al abuelo que murió o llevarte bien con tu pareja. Pocos nos hemos preocupado de renovar el armario en primavera o de buscar lo último en maquillaje.

Quizá nos hayamos dado cuenta de que aquellas cosas que hasta ahora eran más denostadas (el arte, la música, la repostería, la limpieza, etc.) son las que nos han salvado en estos días y se han hecho imprescindibles.

Quizá empecemos a pensar que hay muchas cosas que cambiar.

O quizá no lo pensemos.

Y esto es lo que realmente da más miedo.

Los Turpin: el rostro del mal

El caso de los 13 hijos de la familia Turpin ha conmocionado al mundo. Analizamos el caso de los Turpin: el rostro del mal.

13 personas, algunas de ellas adultos llevaban sufriendo maltratos y abusos desde su más tierna infancia.

Se nos generan muchas preguntas se generan ante un caso como éste: ¿cómo unos padres pueden hacer esto a sus hijos?, ¿ como nadie de su entorno se enteró o sospechó, al menos, de que algo extraño estaba ocurriendo?, ¿cómo los chicos siendo ya adultos no han sido capaces de pedir ayuda, huir o rebelarse ante esta situación?…

A la 1ª pregunta deberá dar respuesta la evaluación psicológica que hagan a los acusados. Muchas pueden ser las hipótesis: ambos se potenciaban sus peores instintos, o uno de ellos manipulaba al otro, o actuaban creyendo cumplir dictados divinos…

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¿Síndrome postnavideño?…¿otro más?

Y ahora empezarán a hablar del síndrome postnavideño, de ese que deja el ánimo apagado y el bolsillo “bailando”. ¿Síndrome postnavideño?…¿otro más?. Vamos a analizar un poco este tipo de síndrome desde MSG psicólogos.

Después de tanta euforia, alegría y desenfreno gastronómico, alcohólico y consumista, llega el lunes y con él la vuelta a la rutina, a la normalidad y,  para los que tienen suerte, al trabajo.

Es lógico que, después de unos días en los que ha prevalecido la celebración y para muchos la euforia, volver a la normalidad suponga un frenazo a ese estado de ánimo. Pero de ahí a considerarlo un síndrome, va un mundo. En esta sociedad actual tan amiga de etiquetarlo todo, como si con ello consiguiéramos un orden y un control imposibles, poner nombre a cada cosa es fundamental. El problema es que es: 1º irreal, y 2º ineficaz.

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Evolución en la violencia de género

“El Pepe y la Pepa” o cómo se fragua la violencia de género

Todos entendemos la violencia de genero cuando existe una agresión física. Pero hasta llegar al primer golpe existe todo un proceso de violencia soterrada. Con este vídeo MSG psicólogos queremos que entiendas algo más del tema.

“El silencio de los corderos”

No, no vamos a hablar de “El silencio de los corderos” la película protagonizada por Anthony Hopkings, sino del fenómeno que explica porque una minoría puede aplastar con aparente facilidad, a una mayoría silenciosa. Hablemos sobre este fenómeno desde MSG psicólogos.

Posiblemente por eso, porque es silenciosa. Y cómo profesional del comportamiento humano la capacidad de los opresores para conseguir que los oprimidos se mantengan en silencio supone un reto de conocimiento.

La Psicología ha estudiado éste proceso que ya se conocía de forma experimental pero que ha servido para dar explicación a momentos históricos como el holocausto judío, la represión comunista en Rusia o cualquier lugar y momento en que se recluye, se anula y se tortura a un ser humano (incluida la violencia de genero).

Se conoce como Indefensión aprendida y ocurre cuando el individuo se encuentra sometido a refuerzos negativos (castigos del tipo que sean) de forma arbitraria y sin que tenga ninguna forma de controlarlos con su comportamiento. Es decir, que si enseñamos a alguien que recibirá un castigo haga lo que haga, finalmente asumirá con resignación el encontrarse al albur de quien se lo infringe. Y es más. Ésta resignación no se limitará a la situación en cuestión, sino que se generalizará (como ocurre con cualquier comportamiento humano) como forma de responder en cualquier otra. Cuando esto ocurre, el sujeto ha aprendido que está “indefenso” y por lo tanto su respuesta será de pasividad. Llegados a éste punto se convierten en una masa manejable, en corderos silenciosos que esperan su sacrificio.

Cuando vemos películas que plasman esos hechos históricos siempre pensamos que hay que actuar de otra manera, rebelarse, luchar…sobre todo cuando ya está todo perdido. Pero es que además, los opresores juegan con otro factor y es el de la esperanza. Esperanza de que finalmente los castigos paren, la situación cambie y se vuelva favorable. “Quizá si aguanto un poco más, las cosas cambiarán, alguien me liberará y dejarán de pegarme, de asustarme, de cosificarme”…

Seguro que todos estamos pensando en personas concretas, en situaciones concretas. Individuales y/o sociales.

Símil entre un elefante encadenado y la sumisión de los fuertes ante los débiles

El comportamiento de las mujeres maltratadas se explica desde éste fenómeno. Las víctimas de bullying o de moobing, los torturados en campos de concentración, prisiones, etc. actúan también en base a la indefensión aprendida.

Todos conocemos el cuento del elefante de Bucay. Atada su pata a una pequeña cuerda sujeta a un clavo del suelo podría fácilmente con su fuerza liberarse y escapar, sin embargo sigue allí atado y restringida su movilidad a ese pequeño clavo que a simple vista parece insuficiente para retenerlo. Porque lo que lo retiene es su cerebro que ha aprendido, desde su más tierna infancia, que estar atado es la única alternativa que tiene y que resignarse a ello es lo mejor.

Para entender mejor el fenómeno del que venimos hablando, acompaño éste texto con un video donde se explica de forma muy gráfica y sencilla como se produce la indefensión aprendida y cómo se puede aplicar de forma concreta en nuestro día a día.

Autor: Montserrat Sanz García

Vacaciones en familia…¡con un adolescente!

Casi acabando la temporada de vacaciones observamos que éste periodo puede pasar una factura importante a padres e hijos en su convivencia y relación diaria. Por eso, aunque un poco ajustado en el tiempo por cuanto para muchos hubiera resultado más útil en Julio, hemos querido hoy hablar sobre las vacaciones en familia con adolescentes desde MSG psicólogos.

Para muchos padres afrontar las vacaciones cuando su hijo o hija está en plena adolescencia, supone un factor importante que casi garantiza unas vacaciones para olvidar.

Muchos padres consultan desorientados por las actitudes y comportamientos de esos hasta hace poco tiempo adorables niños que de pronto se han convertido para ellos en unos desconocidos con los que no saben qué hacer.

Ante todo no perder la calma y no personalizar sus reacciones. Tendemos a considerar que todo lo que nos hacen quienes nos rodean tiene que ver con nosotros personalmente, con algo que hemos hecho o dicho o no hecho ni dicho. Pero esto no siempre es real. De hecho la mayoría de las veces, las respuestas y actitudes de los demás tienen más que ver

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Expectativas fallidas

En muchas ocasiones la insatisfacción y el malestar que lleva a los pacientes a la consulta tiene más que ver con las expectativas incumplidas que con cualquier otro factor.

Expectativas con respecto a las personas que nos rodean, con respecto a la vida laboral que tenemos y expectativas incumplidas con respecto a nosotros mismos.

Nos planteamos ciertos objetivos en nuestras vidas que desafortunadamente raramente se cumplen en su totalidad y ello nos lleva a una situación de frustración con la consecuente autovaloración negativa y la aparición de estados emocionales negativos.

El ser humano es así. Nuestra mente genera una imagen de lo que debemos conseguir en nuestra vida: trabajo, pareja, casa, familia…independientemente de la situación y las posibilidades reales en las que nos encontremos. El choque es inevitable.

Hay quienes se consideran unos fracasados porque no han conseguido un trabajo estable a sus 30 años con dos licenciaturas y varios masteres. Ciertamente no es una situación ideal y tiene poco de positivo. Pero por muy buena que sea la situación si la comparamos constantemente con lo que esperábamos y no tenemos, evidentemente siempre saldrá perdiendo. Consecuencia: 1. Habrá una incapacidad para disfrutar de lo que tenemos (poco o mucho), y 2. La frustración que se genera dará lugar a emociones negativas que nos harán sentirnos mal y con menos capacidad para conseguir algo de lo que queremos.

Este “mal” es frecuente

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Educar a mi hijo

En las últimas décadas hemos observado cómo los modelos familiares tradicionales, han sufrido variaciones que han desembocado en diferentes formas de convivencia obligando a redefinir los roles dentro de la familia. Es normal que nos preguntemos como educar a mi hijo.

Estas modificaciones en el desempeño de nuestro papel como miembro activo familiar, van dirigidas a su organización y dinámica con repercusiones en las necesidades afectivas y el entorno comunitario.

Adaptarnos a “lo nuevo” forma parte de nuestro desarrollo socio-personal y, dentro de ese proceso adaptativo, hemos de acomodar las necesidades que demandan los más pequeños y encajar las piezas del puzzle de la vida.

Para los padres una pieza importante, sino la principal, es la educación. Nadie ha dicho que sea fácil educar y si se trata de los hijos el trabajo se complica.

A diario surgen preguntas relacionadas con el modelo educativo adecuado para fortalecer y favorecer el desarrollo integral de los hijos, queremos dar con la varita mágica que les libre de todos los peligros que les acechan en este mundo hostil y abierto a todo.

Los padres, absorbidos por el ajuste a horarios laborales a veces incompatibles con la crianza, la irrupción masiva de los medios audiovisuales en los escenarios familiares que obstaculizan las relaciones entre los distintos miembros, o las propias dificultades para hacer frente a los continuos cambios personales y/o sociales…; avalan el pensamiento atormentado de cuestionarse como padres.

Desculpabilizar a los progenitores por encontrar dificultades a la hora de buscar soluciones en este arduo camino, es el primer paso para comenzar a solventarlas. El grado de dificultad puede aumentar si no se asumen como parte de lo cotidiano o si se sobredimensionan. Por el contrario, puede sobrellevarse si se tienen en cuenta algunos aspectos en el comportamiento parental que asegure la satisfacción de las principales necesidades de los niños.

Se puede comenzar por fomentar unos vínculos afectivos sanos, estables y protectores que fortalezcan los lazos familiares y adaptarse a las diferentes demandas afectivas a lo largo del desarrollo.

Establecer un entorno estructurado a los hijos, que sirva de guía y orientación en el día a día, creando hábitos y rutinas donde desarrollen los aprendizajes necesarios para crecer. Sin olvidar el establecer límites y normas imprescindibles para regular la conducta.

Tener en cuenta los avances y logros que van adquiriendo con la experiencia, supone dedicar un tiempo a observar las conductas de los hijos y descubrir sus habilidades reforzando y motivando para emprender otras nuevas.

No siempre se estará de acuerdo con lo que hacen, especialmente en la adolescencia, pero sí se puede llegar a entender el porqué de éste o aquél comportamiento. Tener en cuenta su punto de vista abre el de uno mismo, a veces enquistado en la “madurez”, que sienta que su mundo te interesa, da igual que sea grande o pequeño, es el suyo y es importante. Han de sentirse validados y competentes por lo que su percepción del mundo es importante y tú se lo vas a decir.

Si se crean espacios de escucha y reflexión donde formen parte la escuela, los amigos, los adultos de referencia, etc; entonces se les estará capacitando para poder actuar con seguridad ante las dificultades, esas y otras que con el tiempo ellos mismos tendrán que resolver.

¿Parece complicado?

A.R.V.

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