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Autor: MSG Psicología

Intergeneracional

Edadismo

El término edadismo (del inglés ageism) hace referencia a la discriminación que se produce en base a la edad de la persona (sea cual sea ésta).

Vivimos en una sociedad que valora de modo especial la juventud, la novedad y la eficiencia. En ese contexto, superar una determinada edad (o incluso estar en edades consideradas «jóvenes» pero no ideales) puede generar actitudes, estereotipos y barreras que afectan a las personas simplemente por su edad.  Este fenómeno se conoce como edadismo. Analizar qué es, cómo se manifiesta, qué consecuencias acarrea y qué se puede hacer para mitigarlo, es el objetivo de este artículo.

¿Qué es el edadismo?

El edadismo se refiere no sólo a la existencia de prejuicios o estereotipos hacia personas de determinada edad, sino también a comportamientos, prácticas sociales e institucionales que limitan la participación o el valor social de las personas en función de su edad.  
Por ejemplo, cuando se presupone que una persona mayor “ya está para el retiro” o que no puede aprender algo nuevo, o —menos citado, pero existente— cuando se considera que los jóvenes “no tienen experiencia” y por ello no se les puede dar responsabilidad.

¿Dónde y cómo se manifiesta?

El edadismo puede manifestarse en diversos ámbitos de la vida:

  • En lo laboral: negando oportunidades, ascensos o formación a personas por su edad (ya sea por considerarse “demasiado mayores” o “demasiado jóvenes”).  
  • En la atención sanitaria: asumiendo que el envejecimiento implica inevitablemente dependencia y/o enfermedad, dando por supuestas determinadas patologías a las que no se prestan atención añadiendo la coletilla de “eso es propio de la edad”, con lo que selimitan las expectativas de autonomía y de intervención sobre esos problemas.  
  • En lo social e interpersonal: utilizando un lenguaje poco respetuoso (“viejo”, “anciano”, “ya no estás para esto”, “no puedes”, etc.…), invisibilizando a las personas por el hecho de ser mayores (o muy jóvenes), y presuponiendo que tienen menos capacidades y funcionalidad.  
  • En lo individual (edadismo internalizado): cuando la propia persona llega a asumir los mensajes negativos sobre su edad, lo cual le lleva a perder autoestima y a limitar sus aspiraciones. 

Aunque durante mucho tiempo no se ha contemplado este fenómeno como algo problemático, lo cierto es que el edadismo no es un problema marginal, ya que tiene implicaciones directas sobre el bienestar psicológico, la salud y la participación social de las personas.

Por ejemplo:

  • Da lugar a la restricción de oportunidades vitales: menos empleo, menos participación y reconocimiento social.  
  • La autoestima, autoeficacia y bienestar subjetivo se ven afectados. Hay estudios que muestran cómo los estereotipos negativos sobre la vejez pueden derivar en ansiedad, depresión, o aislamiento social
  • Dificulta la vivencia de un envejecimiento saludable, ya que cuando las personas son tratadas como “menos capaces” o “menos valiosas” por su edad, se afecta su actitud frente al cambio, su motivación y sus recursos personales.  
  • También da lugar a la invisibilización y, en el caso de las mujeres, una doble discriminación al converger edadismo y sexismo que agrava la desigualdad.

En épocas antiguas, la sociedad respetaba sobremanera el conocimiento y sabiduría de los mayores. Se consideraba que eran quienes transmitían los conocimientos culturales, y sus opiniones y criterios eran tenidos en cuenta. Por ser garantes de esa sabiduría, eran cuidados y respetados por toda la sociedad. Pero cuando las formas de transmisión de esos conocimientos pasaron a otros vectores sociales la importancia de este grupo de población se rebajó y apareció un trato discriminatorio ajeno a la idea de que la edad es algo inevitable y que por tanto todos sufriremos esa discriminación. Estereotipos culturales sobre lo positivo de la juventud ( productividad, rendimiento físico o cognitivo constante), hacen que la vejez sea denostada y por ello, en cierto modo, “apresurada” o “temida”.

Por otro lado, las instituciones, mercados y políticas no siempre adaptan sus prácticas a la diversidad de edades: por ejemplo, expectativas de jubilación, acceso a formación, lenguaje en campañas, etc. Y ello provoca falta de conciencia y de visibilidad del problema, encontrándonos con muchas personas que no reconocen el edadismo como discriminación o no lo identifican cuando lo sufren o lo ejercen.

¿Qué hacer para contrarrestarlo?

Como en otros ámbitos de la práctica psicológica y social, la prevención y la intervención van de la mano. 

A nivel institucional y/u organizativo, sería útil revisar las políticas de formación, empleo y desarrollo profesional para que incluyan diversidad de edades. 

Del mismo modo, adaptar los mensajes mediáticos, educativos y de salud para que representen de forma realista la edad y las capacidades asociadas, visibilizando el envejecimiento activo, desmontaría la idea de “viejo = dependiente”.

Las instituciones y organizaciones deberían fomentar entornos intergeneracionales (asociaciones, voluntariados, intercambio de conocimientos…) para favorecer la convivencia e interacción entre edades, lo cual es enriquecedor por cuanto facilita el cuestionamiento de estereotipos mutuos y la construcción de un respeto recíproco.

Por otro lado, la existencia de campañas de sensibilización sobre la discriminación por edad ayudaría a una mayor concienciación sobre este problema que, además, es universal puesto que todos estamos abocados a pasar por esa etapa. 

A nivel individual también ha de contrarrestarse el edadismo:

Siendo consciente de nuestros propios estereotipos de edad: a veces la propia persona mayor hace suyo el mensaje social y se considera incapaz y poco valiosa.

Fomentando la autoaceptación del ciclo vital: hay que comprender que cada etapa tiene sus ventajas, oportunidades y desafíos, y que la edad no define automáticamente capacidad o valor (hay personas de 70 años con capacidad para emprender negocios y sin embargo jóvenes de 30 no tienen motivación ni valentía para hacerlo, por ej.)

Y promoviendo la participación, animando a las personas de diversas edades a involucrarse, formarse, cambiar roles, reinventarse.

Conclusión

El edadismo es una forma de discriminación sutil pero influyente, que afecta tanto a personas mayores como a jóvenes, aunque se suele asociar más al primer grupo. Reconocerlo es el primer paso para cambiarlo. Desde la psicología, podemos contribuir a visibilizar cómo la edad funciona como categoría que limita, pero también a promover una cultura que valore todas las edades, las capacidades cambiantes a lo largo de la vida y la riqueza del tejido intergeneracional. En última instancia, se trata de fomentar una sociedad más justa, con espacios para todas las edades, y con personas que envejecen no como “problemas” o “cargas”, sino como ciudadanos activos con derechos, saberes y aportaciones.

Sin vivienda, sin proyectos

¿Sin casa dónde anida el proyecto vital?

Hace algún tiempo ya escribí un artículo para éste blog en el que se trataba el problema de la vivienda, o más bien la falta de acceso a ella, y su influencia en el bienestar emocional y la salud mental. Evidentemente, no poder contar con un derecho básico para cualquier ser humano, como es el tener un espacio propio de seguridad al que podamos llamar hogar, tiene más consecuencias de las que en principio se nos podría ocurrir. Y afecta quizá de forma un poco más especial a las mujeres porque compromete sus proyectos de maternidad.

De todo esto he hablado junto a otros especialistas en un artículo que ha aparecido en la revista Cosmopolitan, al que podéis acceder pinchando en el siguiente enlace: https://www.cosmopolitan.com/es/consejos-planes/familia-amigos/a68869662/vivienda-falta-casas-alquiler-compra-salud-mental/

Espero que os resulte interesante.

Incendio en las Médulas

Impacto psicológico de los incendios en Castilla y León: cómo afectan y cómo afrontarlo

El ser humano en su sublime soberbia es incapaz de calcular el poder de los fenómenos de la naturaleza. Nos creemos dueños del mundo y controladores de cada uno de los fenómenos que ocurren en él y no nos damos cuenta de lo ridícula que resulta esa idea cuando la naturaleza decide darnos “lecciones” de humildad que no acabamos de aprender.

Ocurrió hace 10 meses en la catástrofe que supuso la DANA en el levante español, y vuelve a ocurrir ante los innumerables y devastadores incendios que se vienen produciendo desde el principio del verano. 

Perder la casa donde se atesoran objetos que costó mucho conseguir, recuerdos, seguridad y estabilidad es un hecho dramático y traumático que va a requerir atención psicológica. Y ya no digamos si se pierde a un ser querido envuelto entre las llamas.

Para muchas de las personas afectadas ver como su entorno se convierte en cenizas y aquellos árboles que los protegían del sol, en el que grabaron sus nombres o les proveían de frutos desaparecen calcinados, es como calcinar sus recuerdos.

Después de estas consideraciones, sería pueril pensar que una vez pasado el incendio las personas recuperan su vida normal como si nada hubiera ocurrido. 


Cómo afectan los incendios forestales a nivel psicológico

Vivir un incendio, presenciarlo o estar cerca de él puede desencadenar diferentes reacciones emocionales y mentales. Entre las más comunes encontramos:

1. Estrés y trauma emocional

Vivir un incendio o verse obligado a evacuar fuera de nuestros hogares e incluso de nuestras localidades y pueblos puede generar un estrés agudo e incluso trastorno de estrés postraumático (TEPT). La sintomatología que aparece con más frecuencia es:

  • Presencia de recuerdos intrusivos o pesadillas.
  • Nerviosismo e hipervigilancia constante.
  • Aparición de problemas de sueño y concentración.
  • Sensación de inseguridad permanente.

2. Ansiedad anticipatoria

Después de un incendio, es habitual sentir miedo a que vuelva a ocurrir, sobre todo en épocas de alto riesgo. La exposición continua a imágenes y noticias sobre el fuego puede incrementar la ansiedad por catástrofes naturales.

3. Duelo por las pérdidas

Como decíamos antes en un incendio no solo se pierden bienes materiales: se destruyen paisajes, recuerdos y lugares con gran valor sentimental. Este duelo medioambiental afecta tanto a víctimas directas como a personas que, aun sin haber perdido propiedades, sienten un vínculo especial con la naturaleza devastada.

El duelo es aún más intenso cuando implica la pérdida de seres queridos.

4. Impacto en la comunidad

Los incendios pueden desestructurar comunidades enteras, forzar desplazamientos y provocar aislamiento. Para personas mayores, que suelen estar más apegadas a su entorno, el desarraigo resulta especialmente doloroso.

No obstante, en estos momentos también surge lo mejor del ser humano: solidaridad, apoyo mutuo y resiliencia colectiva.

Estrategias para cuidar la salud mental tras un incendio

Para afrontar el impacto psicológico de los incendios, es fundamental actuar desde los primeros días:

  • Hablar sobre lo vivido con personas de confianza o con un profesional.
  • Limitar la exposición a noticias que generen ansiedad.
  • Mantener rutinas que aporten seguridad.
  • Practicar técnicas de relajación y mindfulness.
  • Participar en actividades comunitarias para reconstruir vínculos.

Cuándo buscar ayuda profesional

Si los síntomas emocionales duran más de unas semanas, interfieren en la vida diaria o se intensifican, es momento de acudir a un especialista.

En MSG Psicología ofrecemos apoyo psicológico para superar el trauma postincendio y recuperar el equilibrio emocional. Nuestro objetivo es ayudarte a reconstruir no solo lo que se perdió, sino también la confianza y la esperanza.


crisis vivienda

La crisis de vivienda y su impacto en la salud mental

En las últimas décadas, el acceso a una vivienda digna se ha convertido en un desafío creciente para muchas personas en todo el mundo. La especulación inmobiliaria, la gentrificación (proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de mayor poder adquisitivo), y la falta de regulación adecuada han generado un aumento en los precios de alquiler y compra, lo que dificulta la estabilidad residencial. Este fenómeno no solo afecta la economía y la calidad de vida, sino que también tiene un impacto profundo en la salud mental de quienes lo padecen.

Estrés crónico y ansiedad

La inestabilidad habitacional está estrechamente relacionada con el estrés crónico. La incertidumbre sobre la posibilidad de perder la vivienda, los desalojos y la imposibilidad de encontrar un lugar asequible generan una preocupación constante que puede derivar en ansiedad generalizada. Quienes viven bajo estas circunstancias suelen experimentar dificultades para relajarse, problemas de sueño y una sensación persistente de inseguridad.

Depresión y desesperanza

Los sentimientos de desesperanza y desamparo también se desencadenan de forma frecuente ante la imposibilidad de acceder a una vivienda estable. La falta de un espacio seguro y propio, sumada a la presión financiera, puede hacer que las personas se sientan atrapadas en una situación sin salida. Hay estudios que han demostrado que quienes enfrentan inseguridad habitacional tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar depresión.

Impacto en la autoestima y el sentido de pertenencia

Hay que tener en cuenta que el “hogar” no solo es un refugio físico, sino también un elemento clave en la construcción de la identidad y la autoestima. La dificultad para acceder a una vivienda digna puede hacer que las personas se sientan fracasadas o incapaces, afectando su autoconcepto. El no poder proporcionar un hogar estable para la familia puede generar sentimientos de culpa y vergüenza, reforzando una percepción negativa de uno mismo. Además, vivir en condiciones precarias o en viviendas temporales puede hacer que las personas se sientan menos valoradas socialmente, afectando su confianza y seguridad personal.

Por otro lado, la constante necesidad de mudarse debido a desalojos o aumentos en los costos de alquiler puede generar una sensación de desarraigo, lo que contribuye a una menor autoestima. La falta de un espacio personal seguro también limita la posibilidad de expresar la propia identidad a través del entorno, algo esencial para el bienestar emocional. Todo esto puede llevar a un círculo vicioso en el que la falta de vivienda estable afecta la autoestima, y una autoestima deteriorada dificulta la toma de decisiones que podrían mejorar la situación habitacional.

Afectaciones en poblaciones vulnerables

Si bien la crisis de vivienda impacta a amplios sectores de la población, existen grupos particularmente vulnerables, como personas con bajos ingresos, familias monoparentales, adultos mayores y jóvenes en situación precaria. Para estos grupos, la falta de vivienda estable puede agravar problemas preexistentes de salud mental y generar dificultades adicionales en su bienestar general.

Posibles soluciones desde la psicología y la política social

Desde el campo de la psicología, mucho sería lo que se podría hacer si los recursos económicos necesarios se destinaran al cuidado de la salud mental de la población. Sería fundamental abordar el impacto emocional de la crisis de vivienda a través de estrategias de afrontamiento y apoyo psicosocial u ofrecer terapia individual y grupal para ayudar a las personas a gestionar el estrés, la ansiedad y la depresión derivadas de la inestabilidad habitacional. Programas de intervención temprana pueden ser clave para prevenir el deterioro de la salud mental en quienes enfrentan estas dificultades.

Además, contar con redes de apoyo comunitarias que refuercen el sentido de pertenencia, ayudarían a mitigar los efectos negativos de la incertidumbre habitacional. Iniciativas como grupos vecinales que sirvan de apoyo, espacios de escucha activa y programas de integración social pueden contribuir a fortalecer la resiliencia de las personas afectadas.

Desde la psicología trabajar en la promoción de habilidades de afrontamiento y adaptación (como la gestión emocional, la resolución de problemas y la toma de decisiones), permite empoderar a las personas para que enfrenten mejor su situación y busquen soluciones eficaces

Sin embargo, la solución no puede depender exclusivamente del individuo. Siendo la proactividad individual necesaria, no lo es menos una intervención a nivel político que garantice el acceso a viviendas asequibles, la regulación del mercado inmobiliario y la protección de los derechos de los inquilinos y propietarios.

En conclusión, la crisis de vivienda es un problema estructural con consecuencias psicológicas profundas (más de lo que creemos). Comprender y visibilizar su impacto en la salud mental es el primer paso para generar cambios que permitan a las personas vivir con dignidad y estabilidad emocional.

Si no puedes, no dudes en pedir ayuda

Si, a pesar de intentarlo y poner todo de tu parte, no lo consigues, no dudes en buscar ayuda de un profesional como un psicólogo o terapeuta familiar para así exponer tu caso.

Nuestra consultas MSG PSICOLOGÍA, psicologa en Valladolid y Laguna de Duero

C/ Divina Pastora nº 4, Entreplanta, Oficina 3 47004 Valladolid Tel. 625 90 79 49 

Avda. Madrid nº 49 47140 Laguna de Duero (Valladolid) Tel.: 625 90 79 49 

Viajar y salud mental: Un viaje hacia el bienestar interior

Viajar y salud mental: Un viaje hacia el bienestar interior

Que viajar es una actividad estimulante, todos lo sabemos, pero quizá no seamos conscientes de hasta que punto llega la relación entre viajar y la salud mental.

En un mundo cada vez más acelerado y lleno de exigencias, el viaje se presenta no solo como una oportunidad para descubrir nuevos destinos, culturas y paisajes, sino también como un recurso valioso para el bienestar psicológico. Explorar el vínculo entre viajar y la salud mental nos permite entender cómo estos desplazamientos pueden influir en nuestro estado anímico, en la reducción del estrés y en el fomento de un crecimiento personal.

Beneficios psicológicos de viajar

Viajar tiene unos efectos muy positivos sobre el bienestar y la salud mental. Entre otros, están:

1. Reducción del estrés y la rutina

Uno de los beneficios más evidentes de viajar es la ruptura con la rutina diaria. Al salir del entorno habitual, se facilita la desconexión de las responsabilidades laborales y personales, lo que puede traducirse en una disminución significativa de los niveles de estrés. La exposición a ambientes nuevos y la posibilidad de contemplar paisajes distintos estimulan un estado de relajación y, en muchos casos, promueven el descanso mental necesario para retomar la vida diaria con energías renovadas.

2. Estímulo de la creatividad y el aprendizaje

Por otro lado, el viaje invita a explorar lo desconocido; y esta exposición a diferentes culturas, costumbres y lenguajes estimula la creatividad y abre la mente a nuevas formas de pensar y sentir. La novedad que se experimenta en cada destino no solo rompe con la monotonía, sino que también favorece la resolución de problemas (que vemos con diferente perspectiva), la capacidad de adaptación y el desarrollo de habilidades cognitivas que son esenciales para el equilibrio y el bienestar mental.

3. Fomento del autoconocimiento y la resiliencia

El acto de viajar puede convertirse en un viaje interior. Al enfrentar situaciones nuevas —como la adaptación a entornos desconocidos, la superación de barreras idiomáticas o la toma de decisiones en circunstancias inesperadas— se potencia el autoconocimiento y con ello la autovaloración personal ajustada. Estas experiencias permiten a las personas descubrir fortalezas y áreas de mejora, contribuyendo a una mayor resiliencia y a la construcción de una identidad más sólida. El autoconocimiento, a su vez, es un pilar fundamental en la gestión y prevención de problemas de salud mental.

4. Conexión social y enriquecimiento interpersonal

Viajar ofrece la posibilidad de conocer a personas de diversos orígenes, culturas y costumbres con las que se pueden establecer conexiones significativas. Encontrarse en situaciones nuevas que pueden suponer un reto nos va a llevar a interactuar con personas que, de otra manera, no hubieran sido nunca objeto de interacción. Además, estas interacciones pueden disminuir la sensación de aislamiento, potenciar el sentimiento de pertenencia y enriquecer la red social personal. Compartir experiencias y desafíos durante un viaje fomenta un sentido de comunidad, lo cual resulta beneficioso para quienes pueden sentirse solos o desconectados en su entorno habitual. Viajar da la oportunidad de verse a uno mismo desde otro prisma también en las relaciones.

Desafíos y consideraciones

Cómo vemos los viajes pueden ofrecer y ofrecen múltiples beneficios para la salud mental, pero también es importante reconocer que suponen un desafio para la persona. Por ejemplo:

  • Ansiedad por lo desconocido: La incertidumbre y el cambio constante pueden generar ansiedad, especialmente en quienes se sienten más cómodos en entornos predecibles.
  • Fatiga por la planificación: La organización y logística de un viaje, en ocasiones, pueden convertirse en una fuente de estrés adicional. Esto es especialmente frecuente y cierto cuando la organización del viaje de varias personas recae sobre una sola.
  • Choque cultural: La adaptación a costumbres, comidas y normas diferentes puede generar frustración o malestar temporal, aunque a largo plazo se convierta en una experiencia enriquecedora.

La clave está en equilibrar la búsqueda de nuevas experiencias con el cuidado personal, reconociendo cuándo es necesario establecer límites y cuándo se requiere un descanso o una planificación más detallada.

Viajar como herramienta terapéutica

En los últimos años, algunos profesionales de la salud mental hemos comenzado a incorporar el viaje como una estrategia complementaria en tratamientos terapéuticos. Programas de “terapia de aventura” o retiros de bienestar se enfocan en utilizar el entorno natural y la experiencia del desplazamiento para fomentar el autoconocimiento y la recuperación emocional. Estas prácticas demuestran que, cuando se planifican de manera consciente y se integran en un marco terapéutico, los viajes pueden ser una poderosa herramienta para la sanación y el crecimiento personal.

En conclusión, podemos decir que la relación entre viajar y la salud mental es compleja y multifacética. Mientras que salir de la rutina y explorar nuevos horizontes puede aportar numerosos beneficios —desde la reducción del estrés y el fomento de la creatividad hasta el fortalecimiento del autoconocimiento y la resiliencia—, es importante reconocer y gestionar los posibles desafíos asociados. Al final, viajar no solo se trata de recorrer distancias geográficas, sino también de embarcarse en un viaje interior que nos permita reconectar con nosotros mismos, aprender a gestionar las adversidades y celebrar la diversidad del mundo y de nuestras propias emociones.

En un mundo en constante cambio, el viaje se convierte en una metáfora viva de la transformación personal, recordándonos que cada destino, ya sea externo o interno, es una oportunidad para crecer y encontrar el equilibrio en nuestra salud mental.

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La Lotería de Navidad desde la Psicología: ¿Por qué nos atrae tanto el “Gordo”?

La Lotería de Navidad es un evento icónico en países como España, donde millones de personas participan con la esperanza de ganar el ansiado “Gordo”. Más allá del aspecto económico, este fenómeno social encierra profundas implicaciones psicológicas que explican por qué seguimos comprando décimos año tras año, incluso sabiendo que las probabilidades de ganar son mínimas. Desde la psicología, la Lotería de Navidad es un escaparate de nuestras emociones, sesgos cognitivos y la necesidad de conexión social.

1. El poder del optimismo: “¿Y si me toca?”

Uno de los aspectos más relevantes de la Lotería de Navidad es el sesgo de optimismo. A pesar de que la probabilidad de ganar es aproximadamente de 1 entre 100,000, la ilusión de que podríamos ser los afortunados nos impulsa a participar. Este pensamiento se relaciona con el concepto de sesgo de disponibilidad, según el cual damos más peso a eventos altamente visibles o emotivos. Al ver en los medios historias de ganadores felices o escuchar anécdotas de personas que “compraron un billete de última hora y ganaron”, nuestro cerebro sobreestima las posibilidades reales de éxito.

2. La recompensa emocional frente a la racionalidad económica

Desde un punto de vista estrictamente racional, comprar un décimo puede no ser una decisión lógica debido a las bajas probabilidades de ganar. Sin embargo, la lotería no solo se trata de dinero, sino también de la experiencia emocional. La anticipación, el soñar despierto con qué haríamos si ganáramos y la emoción compartida con amigos y familiares son formas de recompensa emocional que hacen que el gasto parezca más justificable.

3. La presión social y el “miedo a quedarse fuera”

La Lotería de Navidad no es solo una actividad individual, sino un evento profundamente social. Es común que grupos de amigos, familias, compañeros de trabajo o comunidades enteras compren participaciones conjuntas. Esto refuerza el sentido de pertenencia y crea un ritual colectivo. Además, el “FOMO” (Fear of Missing Out) juega un papel crucial: el temor a que los demás ganen mientras nosotros no participamos nos lleva a comprar un décimo “por si acaso”.

4. El ritual y la tradición

La Lotería de Navidad forma parte de un ritual anual que muchas personas asocian con el inicio de las festividades. Desde la compra del billete hasta el sorteo retransmitido por televisión con los famosos niños de San Ildefonso, estos actos refuerzan la sensación de tradición y nostalgia. Según la psicología del comportamiento, los rituales tienen un efecto calmante y ofrecen un sentido de estructura y pertenencia, lo que explica por qué, incluso en épocas de crisis, la participación en la lotería sigue siendo alta.

5. El sesgo de grupo y la alegría compartida

Cuando un grupo gana la lotería, la felicidad se magnifica por el contexto social. La idea de compartir la alegría con personas cercanas es un poderoso motivador. Incluso si no ganamos, el simple hecho de participar en un evento compartido fortalece vínculos y genera una sensación de comunidad, un aspecto fundamental para el bienestar psicológico.

6. La lotería como escapismo

En épocas de estrés o incertidumbre, la Lotería de Navidad ofrece una vía de escape. Pensar en un futuro idealizado donde los problemas económicos desaparecen puede ser un mecanismo de afrontamiento que reduce la ansiedad a corto plazo. Esto está relacionado con el pensamiento contrafactual, que nos permite imaginar escenarios alternativos y mantener la esperanza, incluso si sabemos que son improbables.

7. El impacto del sorteo en las emociones

El día del sorteo es, en sí mismo, un evento emocional. La expectación y la tensión mientras los niños cantan los números generan una descarga de adrenalina y dopamina, independientemente del resultado. Aunque la mayoría de las personas no ganan premios significativos, muchos reportan sentirse satisfechos simplemente por haber formado parte de la experiencia colectiva.

En definitiva, la Lotería de Navidad no es solo una apuesta económica, sino un fenómeno emocional y social profundamente arraigado. Participar en ella nos conecta con nuestras aspiraciones, nos une con quienes nos rodean y nos ofrece un respiro de las preocupaciones cotidianas. Entender este fenómeno desde la psicología nos ayuda a apreciar por qué, más allá de los números, seguimos soñando con el “Gordo” cada Navidad.

Quizá, como decía el anuncio clásico: “El mayor premio es compartirlo”.

¿Feliz Navidad?

¿Feliz Navidad?

Llega la ¿Feliz Navidad?, periodo de alegría y felicidad para unos, y de tristeza y angustia, como sabemos bien en MSG Psicólogía, para otros. Como en cualquier otra situación de nuestras vidas, la situación en sí no es positiva o negativa. Lo que la convierte en una cosa u otra es la interpretación que hacemos de ella, la forma en que la vivimos y la actitud con que nos enfrentamos a ella.

Estas fechas Navideñas tienen unas características especiales que hacen ciertamente complicado su afrontamiento para determinadas personas.

En primer lugar y fundamentalmente, nos encontramos con una época cargada de emotividad. Son fechas llenas de recuerdos con nuestros seres queridos que ya no están o que se encuentran lejos, y es en momentos como estos donde más notamos su falta.

Por otra parte las reuniones con familiares y amigos no siempre son fáciles. Soportar a la suegra con la que nos une una relación complicada, o al compañero de trabajo que considera que sus bromas son las mejores, puede hacer que presagiemos con temor los típicos encuentros y reuniones de estas fechas.

Y que decir de la preparación de cenas, comidas, regalos, etc…Nos esforzamos porque todo este al gusto de todos, pasamos horas en la compra, preparando los menús y pensando y buscando el regalo más adecuado para cada uno…que no siempre es lo que más nos apetece y/o deseamos.

Unamos a todo ello, lo que supone de dispendio cubrir todas estas necesidades, que desequilibra muchas veces de forma grave, nuestra economía.

Agitemos todo y tendremos la mezcla perfecta para que una persona que arrastre algún conflicto personal o pase por un momento sensible y/o delicado, encuentre un caldo de cultivo apto para la tristeza, el estrés, la angustia e incluso la depresión.

Pero siendo cierto todo lo dicho anteriormente, habrá muchas personas que nos digan que estos días son bonitos, cargados de ilusión y de la alegría del encuentro con aquellos a los que no tenemos oportunidad de ver en otras ocasiones. Y todo ello es cierto también.regalos-ninos

¿Cual es pues la diferencia entre unos y otros?: fundamentalmente las diferencias en el foco de atención. Las personas que temen la llegada de las fiestas navideñas focalizan su atención fundamentalmente en los aspectos negativos de las situaciones, y por lo tanto se centran en lo negativo de estos días festivos. Pero podemos minimizar el efecto de estos aspectos negativos, buscando lo positivo para equilibrar nuestra valoración.

Cierto es que reunirse alrededor de la mesa en Nochebuena cuando se ha perdido a un padre o una madre, es doloroso y difícil, pero si en vez de centrarnos en esto valoramos la compañía de la que disfrutamos o la incorporación de un nuevo miembro a esa fiesta familiar, probablemente seamos capaces de vivir esa situación de una forma mucho más positiva.

La Navidad en sí misma no es difícil. Somos nosotros los que elegimos si las vivimos como una situación complicada o no. Tener esto claro, nos otorga responsabilidad sobre cómo las vivimos y por lo tanto poder para cambiar nuestra forma de vivenciarlas. Y ya el solo hecho de pensar que está en nuestra mano decidir cómo afrontar estos días nos impregna de seguridad y ello en sí mismo nos permitirá verlo de forma más positiva.

Así que ¡Feliz Navidad para todos!

Autor: Montserrat Sanz García

DANA de Valencia BBC

LO QUE LA “DANA” SE LLEVÓ

La pasada semana apareció en España un fenómeno meteorológico desconocido, por su fuerza destructiva, que ha arrasado con todo.

“A los 15 minutos de empezar a entrar el agua ya teníamos la casa completamente inundada y tuvimos que refugiarnos en el tejado. Hemos perdido la casa, los coches y el negocio. Aunque no hemos perdido la vida, lo hemos perdido todo. ¿Y ahora qué vamos a hacer?, ¿Cómo vamos a seguir adelante?”. Testimonios como este se cuentan por miles en las zonas afectadas por la DANA.

Es cierto que la vida es el bien más preciado, pero también lo es que el esfuerzo y el trabajo de muchos años se encuentra en los hogares donde tenemos los recuerdos de lo vivido, los objetos significativos, las fotos, los documentos, etc. Que se nos arranque todo ello de un plumazo supone un trauma difícil de superar. Estas personas van a necesitar durante mucho tiempo mucho apoyo de todo tipo, y especialmente psicológico para poder procesar un duelo tan profundo instalado en una situación tan traumática. Cualquier pérdida en la vida va a suponer pasar por un proceso de duelo. Es normal y natural, y la mayoría de los seres humanos estamos preparados para vivirlo y superarlo; pero en una situación así vamos a ver muchos casos de duelo complicado por las circunstancias extraordinarias en las que las pérdidas se han producido: inesperadas, dramáticas, con efectos desproporcionados, con consecuencias permanentes…

Ahora mismo, aun inmersos en el momento de shock, las victimas todavía no se han hecho conscientes de lo ocurrido en toda su dimensión, ocupadas como están en liberar las calles de barro, encontrar algo de comer y/o a sus familiares y amigos desaparecidos; pero cuando pasen unos días y las situaciones más urgentes se hayan ido resolviendo llegará el momento de mirar alrededor y pararse a hacer recuento de todo lo perdido. Y en ese momento, la rabia, la tristeza y la impotencia inundaran los estados de ánimo y parecerá imposible seguir adelante.

En una situación así hay que aferrarse a lo positivo que queda y, en lo posible, mirar solo hacia delante obviando lo que se deja atrás (sobre todo porque lo que se deja atrás es mucho). 

Gestionar las emociones de forma adecuada para que no supongan un bloqueo es fundamental; y para ello hay que identificar esas emociones, validarlas y aceptarlas como naturales y coherentes con lo vivido. 

Los pensamientos negativos alrededor de lo ocurrido y de la propia capacidad para resolver los “y si…” no deben tomar el control. Identificarlos y manejarlos de forma adecuada es una tarea necesaria para transitar el proceso de duelo de forma más adecuada y menos dolorosa y, sobre todo, para mejorar la capacidad de resiliencia de la persona. 

Resiliencia…esa palabra tan utilizada últimamente adquiere una dimensión extraordinaria en estos momentos; porque tener capacidad para salir adelante de las situaciones más extremas consiguiendo aprender de ellas y crecer personalmente, es una oportunidad que se presenta en este momento. De lo aprendido se harán presente cada una de las propias capacidades lo que ayudará a que la incertidumbre sobre lo que vaya a pasar y/o cómo se resuelvan las situaciones futuras, sea menor. Si me he demostrado que soy resolutivo, proactivo, valiente y adaptativo, contaré con todo ello en el futuro y este dará un poco menos de miedo.

En cualquier caso, es necesario el apoyo social, no sentirse solos en esto. Las administraciones deben dar una respuesta rápida y eficaz a todas aquellas necesidades económicas, habitacionales y funcionales de las víctimas para que estas puedan dedicarse al trabajo personal de gestionar su duelo. Algo para lo que también precisaran ayuda profesional en la mayoría de los casos y especialmente en los más traumáticos. Esperemos que por una vez se dé cobertura a todas estas necesidades  de forma eficaz y mantenida en el tiempo porque lo vivido no se olvidará fácilmente, al menos por quienes lo han sufrido y para quienes la DANA se ha llevado su vida tal y como la conocían.

Violencia de género

La violencia de género

Hoy un conocido político de nuestro país ha abandonado la política aduciendo que debía preservar su salud mental porque su personaje público no era coherente con su persona. La sorpresa ha llegado cuando se ha hecho pública una catarata de denuncias públicas que le acusan de abusos sexuales y violencia de género. Para muchas personas ha supuesto algo increíble, especialmente porque por la ideología política que defendía parecía haber una incompatibilidad clara con tener actitudes machistas de cualquier tipo. Sin embargo, para quienes trabajamos en este campo de la violencia de género desde hace años (con víctimas y agresores) si algo tenemos claro es que la violencia de género es un problema transversal, esto es, que afecta a todos los estratos sociales, culturales, económicos e incluso ideológicos como vemos en este caso.

La violencia de género se basa en la idea de que el hombre es superior a la mujer y en la necesidad de sentir poder sobre otro ser humano. Desde que nacemos nos vemos inmersos en un entorno plagado de micromachismos que son precursores de esta idea, y casi sin darnos cuenta vamos normalizando actitudes, comentarios y comportamientos que la mantienen entre hombres y también entre las mujeres.

Y así se toleran comentarios como “que suerte que tu marido te ayude en casa”, “corres como una niña”, o “hija ¿vas a trabajar ya? lo vas a pasar mal cuando le lleves a la guardería”, “te vas de cena y ¿con quién dejas al niño?” …estos son solo algunos ejemplos, pero a poco que pensemos encontraremos muchos más. Y de esta manera se normaliza la idea de que los hijos son solo de las madres y es su responsabilidad su cuidado, o que la mujer debe elegir entre su carrera profesional y su maternidad, y el hombre no.

Cuando las mujeres víctimas de violencia (psíquica, física y/o sexual) llegan a consulta, además de llegar destrozadas cognitiva y emocionalmente, se sienten culpables de lo ocurrido considerando que son responsables por acción u omisión de los comportamientos y actitudes de sus maltratadores. Y es una de las primeras tareas de su reconstrucción: que sean capaces de verse a sí mismas como las víctimas que son y empezar a hacerse conscientes y aceptar que han estado con una persona violenta con la personalidad típica de maltratador que casi todos ellos comparten en mayor o menor medida.

En los últimos años se han desarrollado leyes que pretenden proteger a las mujeres de semejantes experiencias y cabría esperar que cada vez fueran menos los casos, sin embargo por el contrario, aumentan más. Y no sabemos si este aumento se debe a la valentía de las mujeres en denunciar (legal y/o públicamente) lo que las ocurre, o a que, ante leyes más proteccionistas sobre la mujer, algunos hombres reaccionan intentando “defenderse” reivindicando su “territorio”. Por otro lado, las mujeres en general van siendo más conscientes de que son iguales a los hombres dejando la sumisión a un lado y los hombres se sienten amenazados en su rol histórico.

De todo esto se desprende la importancia de la educación, y esta debe provenir no solo de la familia sino de la escuela, medios de comunicación, redes sociales…en definitiva, de la sociedad entera. Y esto no se está cuidando. Solo hay que escuchar las letras de las canciones de reguetón, por ej. en los que se cosifica a la mujer de forma habitual transmitiendo la idea, además de que a las mujeres les gusta que las traten así.

Es mucha la tarea que tenemos pendiente, pero por ímproba que sea no podemos caer en el desaliento si pensamos en todas esas víctimas a las que alguien aterrorizó, anuló, humilló, violó, agredió y convirtió en la mínima expresión de sí misma. Y no olvidemos a los niños, víctimas silenciosas de la tensión en el hogar que debería ser seguro y que se ha convertido en su infierno particular. 

Trabajar para evitarlo es responsabilidad de todos y es trabajo de los psicólogos trabajar para curarlo.

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