Tolerancia a la Frustración
La palabra frustración, que parece tener connotaciones tan negativas en nuestro tiempo, habla de un concepto psicológico que incluye aquellas emociones negativas que se generan como consecuencia de no conseguir los objetivos que el individuo desea. Esta incapacidad para conseguir lo deseado, puede ser interna, esto es, provenir del propio individuo (por ej. de una incapacidad propia) o puede obedecer a barreras externas. Tanto en uno como en otro caso, el nivel de frustración dependerá del nivel de incapacidad para lograr lo deseado y del grado y/o intensidad con que se desea; de forma que a más deseo y a más barreras, la frustración es mayor.
A lo largo de nuestras vidas, nos enfrentamos constantemente con frustraciones sucesivas. De hecho, podríamos decir, que madurar viene determinado por la capacidad que tenemos para afrontar nuestras frustraciones. Y resaltamos el término afrontar, que no enfrentar. Porque no se trata de una oposición a la frustración, sino una adaptación a la misma…que no es lo mismo.
Y porque es tan importante adaptarse a aquello que nos va a acompañar a lo largo de nuestro camino, vemos con preocupación la actitud que se está adoptando en nuestra sociedad actual hacia la frustración.
No son pocos los padres que consultan por problemas en el comportamiento de sus hijos cuya base está en esa falta de tolerancia a la frustración. Existe una idea generalizada de que el niño no debe pasarlo mal, no debe sufrir en ningún momento y para ello se pospone la palabra “NO” una y otra vez.
Me decía una madre en consulta por su niño de 5 años: “ si quiere acostarse un rato más tarde que me cuesta decirle que sí, o si quiere ver sus dibujos mi marido y yo nos vamos a ver la tv a la cocina y el niño está tranquilo…”. Puede que nos de igual acostar al niño a las 9 o a las 9,30h. No es esa la cuestión.