¡No sin mi móvil!
Soy una persona muy independiente. Sobre todo, en cuanto a viajes y vacaciones se refiere. Me gusta ir a mi aire y a mi ritmo y considero que para viajar con otras personas, la filosofía del viaje debe ser común y compartida. Por eso me sorprendí a mi misma ante la propuesta de mi pareja para compartir unas pequeñas vacaciones de puente con otras tres parejas. “Nos lo pasaremos bien. Haremos canoas, marchas y cuanto más gente mejor…”. Pero ¿qué pasa cuando se nos viene a la cabeza esa posibilidad de estar sin móvil?
Dado que soy siempre quien organiza las vacaciones me dejaron la responsabilidad de buscar el alojamiento “que sea tranquilo, que quiero dormir y desconectar…” pidió uno de mis amigos. Y muy obedientemente cumplí sus deseos. Una casa rural, en una pequeña aldea en un valle entre montañas de la que todas las opiniones coincidían en catalogar como “tranquila y con calidad de sueño”.
Los problemas empezaron nada más llegar. “¡¿No me digas que no hay cobertura?!. ¿Cómo llamamos a casa para decirles que ya hemos llegado?,¿Y si pasa algo en casa como nos avisan los chicos?…”.
Sintiéndome responsable fui a hablar con el dueño de la casa que vive a 1km. de allí, para pedirle su nº de teléfono fijo y su permiso para dárselo a la familia por si necesitaban utilizarlo ante cualquier emergencia. ¡Problema resuelto!, pensé. Craso error…En cuanto nos acercamos al pueblo a tomar un café después de la cena, descubrieron (porque lo preguntaron) que el bar tenía wifi.
“Voy a conectarme un momento a ver si me han mandado el informe de la reunión…”, …“mandaré un whatsapp a Enrique, a ver que tal le ha salido el examen…”.
En definitiva, ocho personas reunidas en torno a una mesa, cada una mirando su móvil y Tablet sin mirarse entre ellas.