Padres separados, padres de por vida

Padres separados, padres de por vida
Tarde de sábado y la Sra. Doubtfire programada en TV. No sé cuantas veces habré visto esta película desde que la estrenaron. A mis hijos les encantaba y se reían con ganas con las desventuras de ese padre que en su afán por continuar cerca de sus hijos era capaz de travestirse y convertirse en la empleada del hogar que necesitaban. Por eso, por sus risas, veía la película para pasar un buen rato, centrándome en los gags que incluía. Hoy por primera vez me he parado a ver el drama humano que se esconde tras las sonrisas de Robin Williams. Quizá porque últimamente llevo un par de casos de padres separados de sus hijos, y eso me ha sensibilizado con el tema.
Los divorcios y separaciones son la manifestación de que la relación de pareja ha resultado un fracaso. Es por ello un hecho traumático para ambos, pero sobre todo lo es para aquellos afectados por las consecuencias de un proceso en el que poco protagonismo han tenido. Los hijos se ven abocados a un cambio drástico en su vida. Cambian de domicilio, de horarios, de rutinas…y dejan de ver a uno de los progenitores, generalmente el padre. Los jueces dicen tener en cuenta los intereses de los menores pero sistemáticamente conceden la custodia a las madres imponiendo un régimen de visitas demasiado restrictivo para aquellos hijos y padres que necesitan seguir viéndose, compartiendo momentos y vivencias y sintiéndose partes importantes los unos de la vida de los otros.
Los hijos necesitan la figura paterna y cuando no hay nada que lo justifique no deben ser privados de ella. Y para los padres que quieren a sus hijos, se preocupan de ellos y los consideran imprescindibles en su vida, verse privados de ellos resulta un dolor tan insoportable que, a veces, justifica el mantener una relación infeliz con tal de no sufrirlo.
José Manuel (n.f) está ahogado por una relación de pareja que le hace tremendamente infeliz. Viaja mucho y cuando tiene que volver a casa presenta respuestas de ansiedad bastante graves (vómitos, taquicardias…) por el solo hecho de tener que volver a una convivencia que le está anulando y dejando extenuado. Parece bastante evidente que ante una situación que no puede cambiar (han intentado varias terapias de pareja sin éxito), lo mejor para ambos sería abandonar la relación. Pero para él era impensable porque la separación de su mujer llevaba aparejado el separarse de sus hijos, el no verles como los ve ahora. Y el temor a que esa separación física llegara a ser emocional.
Antonio (nombre ficticio), acudió a consulta porque no sabía como lidiar con el dolor de no ver a su pequeña de 9 años excepto una vez cada quince días y unos días escasos en la vacaciones escolares. Su mujer ha trabajado siempre en una importante multinacional y cuando la niña nació fue él quien dejo el trabajo para quedarse cuidando de ella el primer año de su vida. La niña se despertaba por la noche y llamaba a su padre. Él era quien la llevaba al médico y quien acudía a ver sus actuaciones escolares. Ahora, desde hace 5 meses, la ha visto 8 días, porque su ex mujer(que tiene la custodia) pone todos los obstáculos posibles para que la relación con el padre sea cada vez menor y más distante. Y esto le está destrozando.
Es más frecuente de lo que debería, el que uno de los miembros de la pareja utilice a los hijos y la relación que estos tienen con el otro, para hacer daño…para vengarse por algo. Sin darse cuenta de que quienes realmente salen perdiendo a corto, medio y largo plazo, son los niños, a los que se les niega el derecho de contar con sus dos padres a los cuales necesitan por igual. Después, muchos de estos niños ya adultos pasan por las consultas psicológicas con problemas de personalidad, o una autoestima seriamente dañada al cuestionarse porque su padre no les quería, o porque dejó de ir a verles.
Cuando tengo parejas en terapia, muchas de ellas vienen como último recurso antes de firmar los papeles de la separación. Intento cumplir sus objetivos, que suelen centrarse en mejorar su relación y salvar su matrimonio y/o convivencia. Pero independientemente de cual sea el suyo, mi objetivo es trabajar para priorizar las necesidades de los hijos, hacerles conscientes de la trascendencia de sus actitudes y comportamientos para los niños y que, ante todo y sobre todo, no pierdan de vista que ese tiene que ser también su objetivo primordial: que los niños sufran lo menos posible por una situación que les viene dada. Cómo suelo decirles: “vosotros sois adultos y tomáis vuestras decisiones. Ellos se ven arrastrados por las mismas y no les dais voz ni voto…”
La Sra. Doubtfire era un padre desesperado por estar cerca de sus hijos al que su ex mujer y el juez consideraban una influencia perniciosa para los niños y que sin embargo, demostró a todos lo equivocados que estaban.
Podemos dimitir de nuestro papel de pareja, pero somos padres para toda la vida. Y aunque para algunos, cesar en sus funciones de padre puede resultar un alivio o una continuidad de lo que venían haciendo durante la convivencia, para otros es una condena dolorosa que afecta tanto a padres como a hijos. Y me pregunto ¿es justo castigar como padre a quien no ha sabido ser pareja/compañero?, o ¿castigar al niño porque ha tenido la desdicha de que el amor de sus padres se haya roto?…
Creo que no. Pero mientras no se estudien los casos de divorcio de forma personalizada y teniendo en cuenta cada una de las variables y a cada uno de los protagonistas activos y pasivos del proceso, seguiremos asistiendo a situaciones traumáticas y dolorosas de complicada solución.
Autor: Montserrat Sanz García
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