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Acoso escolar o bullying

Acoso escolar o bullying

Acoso escolar o bullying

 |  MSG Psicología

El acoso escolar o bullying es un tema de actualidad que cada vez es más preocupante en las consultas de psicología, como MSG picólogos en Valladolid. La noticia de la muerte de Diego, arrojándose por la ventana de su casa nos ha conmovido a todos. Especialmente porque las sospechas sobre el motivo de tal decisión, recaen en un posible acoso que el niño podía estar sufriendo en el colegio. A partir de ésta información los comentarios de todo tipo no se han hecho esperar. Que si “el colegio es el responsable por no haberlo sabido parar a tiempo, que si los padres debían haber estado más atentos a lo que estaba ocurriendo, que si parte de la culpa es de los compañeros que lo sabían y no defendieron a Diego…”

Es lícito que cada uno tenga su opinión, formada básicamente a la luz de las propias experiencias y del propio sistema de valores. Pero desgraciadamente el problema del bullying o acoso escolar, es mucho más complejo que buscar un único origen al mismo y erradicarlo. Precisamente porque son muchos los factores que explican (no justifican. Eso nunca) esta situación.

Para que se produzca el acoso escolar debe haber:

  • Un acosador
  • Un acosado
  • Testigos que se inhiben
  • Autoridades que no se ejercen
  • Padres no atentos

El acosador: Suelen ser críos/as con problemas de autoestima, que necesitan reforzar su supremacía ante el grupo de iguales en base a las humillaciones y el dominio que ejercen sobre otros (los más débiles). De ésta manera consiguen ser respetados (más bien temidos), acoso escolarcon lo cual pocos se atreven a enfrentarlos y evitan que alguien les dañe (o eso creen, pues en realidad son más frágiles de lo que aparentan). Son chicos/as que han aprendido que la agresividad es un patrón de comportamiento adecuado para relacionarse con los demás. Es probable que imiten éste patrón porque lo han visto en casa, pero no siempre es así. Aunque lo que sí es cierto siempre es que el comportamiento agresivo es el único que conocen para relacionarse. Suelen ser individuos desajustados, con problemas para integrarse en la vida laboral y relacional de adultos y por tanto, con altas probabilidades de encontrarse fuera de ella.

El acosado: Son individuos “débiles” en el sentido de que raramente se defenderían de forma agresiva ante el ataque del acosador. Y eso, éste lo percibe. Lo percibe como cualquier animal percibe el miedo.

En un primer momento se producen acciones de “aproximación” al acoso, en las cuales el acosador “comprueba” la reacción de su victima. Después imbuido por la seguridad de que puede hacer lo que quiera con el otro como ser omnipotente, los actos de acoso irán subiendo de intensidad y frecuencia si no hay nada ni nadie que le ponga coto.

El acosado/a no tiene porque ser un niño (o adolescente) con baja autoestima en principio, pero si el acoso se mantiene, acabará siéndolo.

Víctima de acoso

Dado lo que implica, al acosado/a le cuesta contar lo que está ocurriendo. Se avergüenza de ello porque se culpabiliza de que ocurra. En su cabeza flota la idea de: “la ha cogido conmigo porque soy débil, porque le tengo miedo…”, y eso va mermando la seguridad en sí mismo y resulta difícil de verbalizar. En vez de eso, espera con la vana idea de que el acosador/a se cansará y se olvidará de él/lla; y todo lo que consigue es convertirse en un juguete en manos del matón/a.

Cuando la autoestima se ha reducido a la mínima expresión y el niño no ve alternativa para salir de esa situación, desembocar en la ansiedad y la depresión es el resultado natural. En muchos casos, los menos afortunadamente, con las terribles consecuencias que hemos visto en los medios de comunicación.

Testigos que se inhiben: Son aquellos que presencian los acosos pero que no reaccionan de ninguna manera. Puede ser porque formen parte de la órbita del acosador y no quieran salir de la misma; o porque sean ajenos a éste y quieran mantenerse así. En cualquier caso suelen reconocer que no quieren meterse en problemas con el matón, ni pasar a ser una de sus víctimas. Así que prefieren mantenerse al margen de lo que ocurre, mirar para otro lado e intentar pasar lo más desapercibidos posible sobre todo a los ojos del acosador.

Autoridades que no se ejercen: Los profesores, tutores y otras autoridades del centro escolar, hacen dejación de sus responsabilidades bien por falta de información sobre lo que está ocurriendo (no saben lo que pasa), por falta de sensibilidad a lo que está ocurriendo (son cosas de críos ya lo solucionarán entre ellos), por evitar problemas personales (no quiero problemas con los padres, instituciones, etc.), por evitar problemas al centro (si esto trascendiera habría menos alumnos) o simplemente porque resulta irresoluble (no pueden “echar” al acosador, ni hay centro alternativo para el acosado). En cualquier caso, deberían ser el primer freno para evitar que estas situaciones se produjeran, aunque también es cierto que para ello habría que devolverles la autoridad que se les ha restado a lo largo de años de merma ante todos los agentes educativos (padres, alumnos, centro) y la sociedad en general.

Padres no atentos: Dejamos a estos los últimos de forma intencionada, porque no hay nada más lejos del ánimo de quien esto escribe, que culpabilizar a los padres del sufrimiento padecido por su hijo, o que inflige su hijo. Pero lo cierto es que su papel es fundamental para detectar a tiempo el acoso y buscar soluciones a la situación.

Los padres deben estar atentos a los comportamientos de sus hijos, a sus reacciones y emociones ante determinados estímulos, a sus enfermedades físicas que muchas veces no son sino una forma de enmascarar las psíquicas.

Los cambios en el comportamiento del niño, los cambios de humor. Tristeza, llantos o irritabilidad. Pesadillas, cambios en el sueño y /o en el apetito. Dolores somáticos, de cabeza, de estómago, vómitos. Que pierda o se deterioren sus pertenencias escolares o personales (gafas, mochila, pantalones rotos, pérdida del estuche, etc.) de forma frecuente. Que aparezca con golpes, hematomas o rasguños diciendo que tiene frecuentes caídas o accidentes. Que no quiera salir, ni se relacione con sus compañeros. Que no vaya a excursiones, visitas, etc., del colegio. Que quiera ir acompañado a la entrada y salida, o se niegue y proteste para ir al colegio…detectar el acoso

Todos ellos son “pistas” que nos indican que algo está sucediendo. De forma aislada pueden deberse a hechos puntuales, pero si aparecen varias de ellas y de forma continuada, nos sugieren la existencia de un problema de acoso.

Cuando los padres lleguen a esa conclusión, deben hablar con el niño/a de forma relajada, transmitiendo seguridad en la solución y dejando muy claro que él/lla no es responsable de lo que está ocurriendo ni tiene porque estar avergonzado. Quien debe estarlo y además tiene un problema es el acosador que “es tan poca cosa que necesita hacer eso para sentir que es alguien”…

Lo que le ha pasado a Diego es horrible. El sufrimiento que tiene que padecer un niño de 11 años para que vea como única alternativa la muerte, es inefable. Pero como podemos ver, la solución no es sencilla. Habría que cambiar todo aquello que forma parte de la explicación del acoso de manera simultanea (sistema educativo, sistema familiar, valores sociales…), y aún habría que luchar con la esencia animal del ser humano que desde que el mundo es mundo viene imponiendo su liderazgo por la fuerza (de uno u otro tipo). Solo una educación en valores, en convivencia y en respeto lo conseguirá. Y eso me temo que no es algo en lo que estemos encaminados ni que se consiga de un momento a otro.

Así que éste caso, que ha tenido su repercusión puntual, pasará como tantos otros al olvido y las cosas seguirán como antes… igual de mal.

Jokin el estudiante vasco que se suicidó en Hondarribía (2004) tras ser sometido a un duro acoso, escribió la tarde anterior en Internet. «Libre, oh libre. Mis ojos seguirán aunque paren mis pies». Solo espero que todos, padres, profesores y especialistas, luchemos para que nunca, nunca más, un niño tenga que acabar con todo para sentirse realmente libre. (Isabel Mendez Benavente)

Totalmente de acuerdo…

Autor: Montserrat Sanz García

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